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noviembre 17, 2010

SOLO CAMINO




Deberías ir donde la vida te lleve.
Deberías ir donde la vida te lleve...

Una y otra vez se repite en mi cerebro como un mantra. ¿Qué se supone que quiere decir, dónde demonios tengo que ir?
La misma pregunta, la misma respuesta y vuelta a empezar. Todos los días como un día sin fin, sin noches, sin día, sin horas. Sólo mis preguntas y yo, sólo mis pasos sin destino, sin una meta, sólo camino.
Algún día fui como ellos, los que pasan a mi lado sin verme. Sí, me movía con la sangre del dinero, me movía por inercia. Mira, mi edificio, mi oficina, mi pasado. Todavía siento el agobio y la ansiedad de ese tiempo cuando paseo por su acera. 

Un ascenso fulgurante me llevó a la sede central de la compañía. La espectacular oficina tiene unos grandes ventanales desde los que se divisa gran parte de una de las arterias principales de la ciudad.

Mirar por la ventana me ayudaba a pensar, claro que antes, en mi pequeño despacho, mi vista era la de un parque verde con árboles tupidos y gente ociosa. En ésta solo se ve una continua corriente sanguínea de vehículos y personas anónimas con sus patéticas vidas. Me gustaba ver como las horas teñían de color la calle, como casi anochecido, el sonido incesante se amortiguaba y nacía una nueva ciudad. 

Los pasos entre los peatones se hacían más lentos como si fueran recogiendo el cansancio de todos los pasos que la avenida acumula. Anónimos paseantes, anónimas vidas. Enamorados cogidos de la mano sin prisa por abandonarse, hombres y mujeres que, después de un pesado día de trabajo, regresan a sus hogares, sus celdas de libertad; desahuciados que a esas horas pasean sus carritos de supermercado “comprando” los que otros han desechado...
La ciudad no duerme, nunca duerme, se devora a sí misma.

Acabé reconociendo a los “transparentes”, aquellos a los que no se ve porque molestan, aquellos que hieren nuestros limpios ojos y nuestras brillantes vidas y me enamoré de una de aquellas almas  con camino y sin final. 

Vestida de blanco se paseaba de un lado a otro sin llegar a ninguna parte. Se detenía siempre en el mismo punto y cómo si adivinara mi presencia detrás del ventanal, me miraba.
Sin saber cómo empecé a acompañarla en ese ir y venir sin sentido y cuando sus ojos gris humo me miraban me perdía en un mundo de magia y de brumas, su mundo.
Ya nada tenía sentido si mis pasos y los suyos no caminaban juntos. Dejé mi trabajo, mi casa, mis cosas y me convertí en su sombra. Reía si ella reía y lloré el día que como una vela se apagó.

Dicen que en lugar en el que el cuerpo deja de existir queda impregnada el alma.

Yo ando, despacio, sin horas, esperando encontrarla y mientras recuerdo sus últimas palabras:

Deberías ir donde la vida te lleve.
Deberías ir donde la vida te lleve...




2 comentarios:

  1. Que bonic!!! Eres mucho más que una sombra... eres luz de la más pura.. lo sepas!!!

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  2. Ualaaaa !!!
    El primer comentario y seguro que el mejor.
    Asias Luna. Quesus !

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