Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

diciembre 20, 2011

BURBUJA

                                            Lo que se de ti
cabe en una burbuja.
Transparente, pulida, perfecta.
Casi acuno su brillo entre mis manos
manchadas de distancia, y sin embargo,
las abro y con el aliento de un beso la impulso.
Lejos, muy lejos hasta otras manos preñadas de tiempo
para ti.


(Se me ocurrió viendo una burbuja de jabón volar. Casi la recojo sabiendo que estallaría y de repente pensé que a lo mejor alguien había puesto en ella un sueño)

diciembre 09, 2011

Moi - Muá





No eres mio,
pero si
el momento en que pronuncio tu nombre.


No eres mio, 
pero si
el minuto que dedicas a pensar en mi.


Es mio el segundo que tu pupila se prende en la mía,
el aire que exhalas al pronunciar mi nombre, 
cuando volteas la cara al cruzarte con alguien que te recuerda a mi,
ese instante también es mio.


No, no eres mio 
pero irremediablemente,
sin querer, 

 yo

vivo en ti.












octubre 26, 2011

I NEED YOU


Quiero escribir en tu cuerpo los versos mudos que se atropellan en mi garganta.
Despacito, con caricias sin final, besando cada rincón; lamer y morder de “a poquitos” tus sombras, recintos y oquedades en los que ocultas tus locuras.




Y dejarte en la boca el deseo,
Y marcarte en las manos la necesidad de mi piel,
Y  encadenarte a mis ojos,
y oír cuando te estremeces,


olvidarte.

octubre 24, 2011

MARINA




Los árboles desnudos han alfombrado las calles de la ciudad pintando de rojo el suelo.
Estoy cansado de ver llorar a mis ventanas, de estar a solas en esta casa vacía de vida y llena de recuerdos. Tu bufanda sigue en el perchero de la entrada, huelo tu perfume al ponerla en mi cuello.
Mi abrigo y tu bufanda, tu y yo, los dos, salimos al ruido de la avenida.
La bruma de la tarde plomiza, la lluvia que todavía no cae pero que ya se huele en el aire, las nubes que van mudando su blanco matinal por un traje gris, el olor de las castañas asadas en los puestecillos callejeros me trasladan a otro otoño, ya muerto.

Es curioso el mecanismo de la memoria, se abre un hueco en el tiempo y de repente ya no son sólo mis pies los que hacen crujir la hojarasca, son los nuestros.
Pisadas jóvenes, ágiles, fuertes y al compás de un solo latido.
¿Cuántos años hace? Ahora recuerdo la letra de aquella canción “es tan corta la vida y tan largo el olvido”...
Aquel noviembre frío, de hace ya mil años, fue el mejor de mi vida. Imágenes y sonidos de la primera vez que salimos a pasear, de la primera vez que nuestras manos se unieron, casi sin saberlo nosotros como si ellas decidieran lo que nosotros no nos atrevíamos. La descarga que sufrió mi alma la primera vez que te besé. Los domingos de banco en el parque porque los bolsillos estaban huérfanos de dinero...
No importaba, nada importaba, nos teníamos el uno al otro y combatíamos el frío robándonos caricias, explorando nuestros cuerpos, devorándonos con besos interminables y dulces, interminables y urgentes.
Paseo sin rumbo pero mis pies conocen el camino y acabo como cada tarde sentado en nuestro banco pasando los dedos por las iníciales marcadas en la madera, la tuya y la mía, siempre tu y yo.

Después de ese otoño llegaron muchos otros llenos de felicidad, de angustia, de sacrificio, de mucho trabajo, de mucho amor. Nunca hubo una voz más alta que otra entre nosotros, jamás hubo un reproche. Acabamos por entendernos con la mirada.
Ah!, esos ojos tuyos. Los ojos de caramelo líquido, mi caramelo. Podías hablar sólo con tus ojos, en ellos leía con perfección milimétrica aquello que tus labios no decían. No hacía falta. Los labios, decías tú, están hechos para besar.
No tuvimos hijos, no quisieron llegar y lejos de amargarte por ello encontraste el porqué. Decías que lo nuestro era tan grande, tan perfecto que no se podía compartir, que sólo nos pertenecía a nosotros y que Dios había sabido lo que hacía.
¿Dios? ¿Y ahora, dónde está tu Dios?

Sin saber cómo he acabado delante de la puerta de la que ahora es tu casa. Los barrotes helados de la verja despiertan mis sentidos. Subo las escaleras arrastrando los pies y saludo sin mirar. No pierdo el tiempo con palabras, tiempo es lo único que no tenemos.
Abro la puerta de tu habitación y ahí estás, tan bella como siempre, aunque tus cabellos hace tiempo que se tiñeron de plata.
-Marina- te llamo, y tú, perdida, me miras sin ver y volteas de nuevo la cara hacia la ventana como si esperaras algo que nunca llegará. - Marina- te digo al oído cogiendo tu mano. Me miras de nuevo y ésta vez, por un instante vuelvo a ver tus ojos, que me hablan de nuevo desde algún rincón perdido de tu memoria.
Un sólo instante que hace brotar mis lágrimas y que me hace pensar que todavía no puedo irme, que no puedo abandonarte. Un sólo instante de tus ojos de caramelo vale todo el dolor y toda la soledad.

septiembre 25, 2011

Nada , quiero, o qué se yo.

Nada, por fin se oye nada. Ahora espero que se callen hasta mis pensamientos para poder encontrarme. Hace tiempo que me resulta difícil saber que soy yo y no un autómata, no mi propio replicante.

Busco el espacio donde no existe nadie ni siquiera tú. Hace frío pero me hace sentir viva, Luego buscaré el calor de tu espalda, ahora solo quiero ser yo. 

Quiero saber que soy no que estoy. Quiero saber que hago sentir no que siento.Saber que soy capaz de reír por nada que buscar cosas por las que reír. Quiero la libertad de mis sueños y no soñar que soy libre.
A entender que a mis casi cincuenta ya no puedo ser como a los treinta porque ni mi cuerpo ni el rostro que me devuelve el espejo es el que yo recuerdo. Quiero desintoxicarme de pasado y vivir. Quiero pensar en mi porque encontraré el espacio para vivir por ti.

Tú una y otra vez. Un veneno sin antídoto, un sueño sin tiempo. Acompañame a estar a solas, enséñame el camino que me lleve a mi. Ayúdame a renunciar a las ausencias que no borran los recuerdos.

septiembre 21, 2011

EL COFRE DE PALABRAS



-Tráeme eso nena, por favor.
-¿El qué mamá?
-¡ Eso! - decía señalando- aquello que está allí. Hija pareces boba nunca entiendes nada.
Siempre me pareció graciosa la manera en que mi madre solía pedirme cualquier cosa. Suponía un buen rato de risas hasta que se enfadaba, claro, por sospechar que le tomaba el pelo como efectivamente sucedía.
-Ah si, espera. Quieres las zapatillas ¿ no? No, no, perdona, te refieres a la bobina de hilo... ah no, que no es eso (las carcajadas amenazaban en estallar) ya, ya espera, seguiré con detenimiento la dirección que me indica tu dedo, eso me dará la pista definitiva... Ahí empezaba a volar su zapatilla con el objetivo de borrarme la sonrisa de la cara. Yo encogía el gesto, me ponía seria y le daba lo que pedía.
A menudo se le perdían las palabras, parecían atascárseles en algún lugar entre el paladar y los labios. Yo imaginaba, mientras la veía andar arriba y abajo, que tras sus pasos encontraría esparcidas por el suelo las que se le filtraban por un orificio imperceptible que mi fantasía situaba entre la espesura blanca de su nuca.

Mira – pensaba- ahí están las “tijeras” del otro día, “el bote de harina” de hoy, el “paraguas” de ayer... Recuerdo que me inclinaba a recogerlas y las iba guardando en un cofre imaginario al que llamé El cofre de las palabras de mamá. El fantástico cofre se fue haciendo día a día más pesado.
Poco a poco se le fueron perdiendo más palabras y con ellas las ideas de lo que quería hacer o decir en cada momento.

Dejó de parecerme gracioso el día que olvidó “eso” en el horno y casi provoca un incendio o cuando entraba en una habitación y dando vueltas sobre si misma se preguntaba, con lágrimas en los ojos, qué había ido a hacer allí.
Se le perdió el verbo, las ideas y hasta la mirada. No sé dónde fue mi madre a buscar sus palabras, lo que sé es que un día ya no regresó. La persona a la que ahora enseñaba a hablar ya no es ella.
He tenido que aprender a dibujar. Sencillos dibujos con colores muy vivos. Ahora están colgados por toda la casa. Las palabras que un día perdió las he ido atrapando en cartulinas pintadas:

Mesa, nevera, cama, silla
Armario, agua, pan, cucharilla
Baño, jabón, toalla, pastilla
Mamá, “mi nombre”, besos, pesadilla.
A veces me preguntan de dónde saco las fuerzas, la paciencia. Yo les digo que sólo tengo que abrir despacito y con cariño el cofre donde una vez guardé con humor pero con mimo las palabras de mamá.


Soy ahora su voz, su mano, sus ojos y solo tengo un deseo : que el día de su partida me mire, me sonría y pueda decirme Adiós hija mía.

septiembre 12, 2011

SOY

Soy
manta que calienta
faro que orienta
bastón de apoyo.

Soy
mano que alimenta,
palabra que sana
paciencia y hoyo.


Hilo y telar
oídos, manos , ojos

y mujer que aun hermosa
se marchita poco a poco
silenciosa.


Me recitaba el poema poniendo el alma en cada palabra y decía que lo compuso una noche cuando la casa se quedaba silenciosa. Las manos ajadas y llenas de años apartaban minúsculas motas de polvo visibles por el rayo de sol que se filtraba por las rendijas de la persiana. 
Ya no era guapa pero poseía la belleza que te da el vivir una vida intensa, o eso creía yo. En cualquier caso en cuanto fijaba sus ojos en ti te cautivaba.

La primera parte del poema hablaba de cómo la veían los demás y de cómo dedicó su vida a todos los que formaron parte de ella pero la última estrofa hablaba de soledad y de decepción. De deseos escondidos y de frustraciones. Le pregunté por esos versos y lo que me dijo transformó todo el sentido de mi argumento.
Me habló de un matrimonio feliz, de un hombre que la amaba por encima de todas las cosas. Un hombre sensible y silencioso que la acompañó siempre, que le dejó su espacio y su lugar, que nunca se quejó de sus silencios y sus distancias...
Entendí que ella agradecía la lealtad como se agradece en un perro pero ella me cortó incluso antes de acabar mi frase:

"No, estúpida jovencita. Tan ciega como yo a tu edad. El amor, niña, se presenta en mil formas. Debes vivir cualquier forma de amor, debes reconocerlo, atraparlo, mimarlo y conservarlo porque es frágil y se descompone como hoja muerta en suelo húmedo.
Me llevó toda una vida entender que el amor que me brindaron fue absolutamente puro y cuando creí que mis locos deseos por fin habían dejado de atormentar mi mente se me escapó entre los dedos como arena de desierto.
Vive cada momento, cada palabra, cada caricia . Disfruta del placer de la piel cuando otra piel le habla, atrapa el perfume de la carne contra la carne y mira siempre a los ojos de quien te mira. Los ojos nunca mienten cuando la mirada se mantiene. Vive, niña, vive y sueña pero no dejes que los sueños se vuelvan tiranos y te exijan la soledad."








agosto 06, 2011

DIVAGACIONES II

La noche me hiela las venas...

Una noche más oliendo la oscuridad y buscando entre las estrellas tus ojos.
Una más intentando descifrar los grises entre el negro, una más quemando tabaco como quien quema papel, como si en cada cigarro quemara una pena, un dolor, un recuerdo...

Oigo de fondo el televisor del vecino, hace calor y las ventanas están abiertas de par en par. No entiendo las voces , me arrullan y me molestan a partes iguales.
 Me gusta oir el ruido silecioso del ventilador, me anestesia. Es como sentir el vacio. Si la nada tiene sonido debe parecerse mucho al que hacen las aspas al moverse.
 Intento poner en el lugar que le corresponde cada gesto, cada palabra, cada detalle bueno o malo, cada minuto compartido. Lo intento y no sé si lo consigo. Quiero poner distancia a la distancia,  atar con lazos de colores los sentimientos y ser capaz de vivir sin sentir. Ya no quiero sentir más.

No sé si seré capaz. No sé si podré ahogar el fuego que arde dentro...

-shht, calla vida, calla. No puede ser, nunca ha podido ser, nunca podrá.

Me gusta el silencio cuando la ciudad duerme, me gusta porque puedo oirme yo aunque el estrépito de mi misma me deje sorda.

La noche me hiela las venas...











julio 22, 2011

NADIE ENTIENDE


Sentada a los pies de tus cenizas, recordándote, como cada vez que el peso de la vida sin ti se me hace insoportable. La sombra del árbol, de tu árbol me protege, me abraza, me habla de ti y tú a su través. Siento el consuelo de sus raíces abonadas con tu cuerpo.


 

Ya no hay rabia, se evaporó con los años o quizá nunca la hubo. Se vistieron con su traje el dolor, la decepción y la culpa.
Nunca hubo nadie más para mí, nunca desde el principio. Eras mi sueño de vida, mi futuro, mi camino. 
Yo te elegí a ti y tú elegiste vivir montado a lomos de un caballo con alas, extasiado por la libertad que creías alcanzar en cada viaje sin darte cuenta de que en vez de Unicornio era Abadón, ángel del abismo sin fondo, ángel de la muerte.

Luché contra él, a veces contigo, pocas, y siempre por ti. Luché sin descanso hasta el final y la vida, que tenía otros planes, me hizo elegir. Escoger entre el infierno que era la vida contigo y que yo aceptaba porque siempre confié  o el amor del fruto de nuestra unión que me separaría de ti y me daría soledad y desarraigo fue difícil. En  medio de esa cruel batalla entre mi amor por ti o el de nuestro hijo y su futuro sin horrores constantes intenté tirar la toalla y desaparecer pero la vida, otra vez la puta vida, se encargó de enseñarme el camino.

Elegí. Sé que elegí bien pero aun ahora después de que el tiempo ha tapado ya tantas heridas me sigo sintiendo culpable del abandono, de tu soledad a pesar de que tú nos habías abandonado mucho antes.

Maldigo a Abadón y a ese caballo de crines blancas porque no sólo te robaron la vida a ti. Con tu muerte se llevaron también mi vida y me dejaron algo más doloroso y cruel, me dejaron años para llorarte muerta en vida.

Nadie entiende mis lágrimas, nadie comprende mis recuerdos y añoranzas cuando me ven sobrevivir entre análisis periódicos y pastillas diarias maldiciéndote mil veces por dejarme en la sangre la huella de tu debilidad.  – Vive- me dicen. Disfruta de los tuyos, resucita la bella mujer que eres… y yo vivo, sonrío, camino entre ellos pero mis pasos son cansados y mis ojos ya no brillan.


Vivo aletargada, dejando pasar el tiempo, esperando el momento de volverte a ver y de sentirte, por fin, solo mío.



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julio 13, 2011

DETALLES

Hay detalles que se clavan en el alma como soplos escondidos. Duendes traviesos que salen cuando menos lo esperas para recordarte otro tiempo, otros ojos, otras manos, otra piel.

 Un aroma que olvidado sigue vivo, una luz que atrapada aun brilla.Una expresión, una risa, una mirada, una música, un paisaje que sin ser idéntico te hace recorrer de nuevo mapas que creías superados por explorados.

 Aun ahora, que muestro tiempo no ha acabado, atesoro esos fraqmentos de nuestra vida,esos gestos, rasgos y delicadezas que un día , espero que lejano, me hagan pintar una sonrisa cuando me acuerde de ti.

julio 07, 2011

PILI

Aristóteles decía: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”.

Me obligo a escribirte porque no quiero que tu absurda muerte quede en nada. Quiero decirte ahora que formas parte del todo, todo lo que no te dije cuando debiera haberte regalado mis sentimientos. Me conoces bien y sabes que te quiero pero nunca te lo dije. Me arrepiento tanto de no haberte besado y abrazado cuando tuve todas las oportunidades del mundo. Qué estúpida he sido. Creyendo que la vida no se nos podía escapar tan  pronto, creyendo que lo que se nos dio era para siempre y que “siempre” no tenía fecha de caducidad.
Me esfuerzo en recordar el primero de nuestros recuerdos pero son tantos y tan lejanos en el tiempo… Recuerdo una bata rosa, unas coletas, los bocadillos del recreo, los juegos de la bombilla, de las gomas, la xarranca y las piedras para jugarla. Tú siempre tenías la mejor piedra de cantos redondos y color vino. Recuerdo las primeras confidencias de la pre adolescencia, el primer viaje con los primeros escarceos amorosos. Eras la chica más popular y sin embargo me elegiste a mí como mejor amiga. Tenías la suerte de tener una hermana mayor que te alisó el camino y por ello disfrutabas de una libertad que yo envidiaba porque la mía era nula por imposición. Salías con chicos los sábados, quedabas por las tardes en el muro de tu bloque con Alejandro como sombra y un montón de chicos que te rondaban y aún así seguimos siendo amigas del alma. Alejandro… qué habrá sido de él. Le perdimos la pista a un tío genial, que se salía de lo que se consideraba normal por estrafalario. Tímido, ocurrente, simpático, artista…
Recuerdo tus zuecos golpeando el suelo como si quisieras decirle al mundo que venías pisando fuerte que tenías vida para llenar mil vidas, los entrenamientos y las competiciones atléticas, el descubrimiento del amor verdadero, los primeros cigarros, las primeras escapadas con músicos de escaso talento y mucho tesón, los petas de adultas en el coche cuando salíamos…
La vida se empeñó en separarnos. Durante algún tiempo no supimos o supimos muy poco pero aún así cuando nos reencontramos parecía que habíamos hablado el día anterior y los pocos años separadas no habían hecho mella en nuestra amistad. Es increíble lo fuerte que son los vínculos no sanguíneos cuando son de verdad. Son para toda la vida, la vida…. Los míos, mis sentimientos morirán conmigo ahora que, como siempre, me has vuelto a ganar.
Me llevaré conmigo tu risa, ventana abierta de tu esencia; tu mirada, espejo de lucha y honradez, tus ocurrencias, tu visión despreocupada de la vida, sin dramas sin llantos.
Me llevo conmigo tu lección de valentía hasta el final, la sencillez con que hacías las cosas, sin miedos, siempre con esa alegría que derrochabas con todos y con todo. Nunca hubo mentiras, ni embrollos, simplemente no las necesitaste. Eras clara y limpia y todos los que te conocimos sabemos que fuiste especial.
Hace tan poco que no estás y es tan profundo el vacío. Dicen que debo dejarte marchar, que te fuiste en paz, que te despediste de los tuyos haciéndoles la partida fácil, muy, muy fácil.
Necesito decirte que te quiero, que te he querido desde los primeros dientes y las primeras mellas, que te he querido a través del tiempo y la distancia y que para mí siempre serás Mi amiga del alma.
Que el tiempo es bálsamo y cura el desasosiego estoy segura, pero no quiero que sólo seas un recuerdo, eres mucho más que eso. Eres una rama de mi árbol de la vida.

junio 27, 2011

Tú, siempre tú


Si supieras cuánto dolor hay en los silencios. Si pudieras siquiera alcanzar el sentimiento de las palabras que guardo y que jamás pronunciaré. Si recorrieras las calles de los recuerdos desnuda, sin corazas ni abalorios…

Sacudirse la sensación de ser un juguete, una distracción en la vida de otro es la más difícil de las tareas. La tristeza se apodera de tu vida, te cala los huesos. La mirada pierde el brillo y se vuelve opaca; no ves, no hay risas, se pierde el gusto por la vida. Duele, duele tanto…

Es triste asumir el sufrimiento estéril, es patético gastar tu vida entregando siempre lo mejor de ti aun sabiendo que nada tiene valor para el otro. Sonreír cuando las lágrimas te anudan la garganta, repartir ternura cuando la que más la necesita eres tú. Conformarte con un guiño o con una frase dulce. 
Tomar por amor el despojo, confundir la cortesía con el detalle, creer que la palabra dicha es por ti y para ti.

Y lo peor de todo es ser consciente de todo ello y callarlo. Seguir como si nada, y preguntarte por qué. 
Y guardar los sueños entre sedas moradas en el rincón más inalcanzable de tu alma para que nadie los arañe.
Confiárselos al destino y esperar, siempre esperar…


El espejo te devuelve cada día la imagen de la que ven no de la que eres, la que sigues siendo aunque la plata tiña tu cabello y el rostro se vaya ajando poco a poco igual que tus ilusiones.




junio 24, 2011

Un día de perros


Había estrenado unas preciosas sandalias de cáñamo y cuentas de colores esa misma mañana y ahora podrían arruinarse con la inoportuna y pertinaz lluvia. Esperó durante unos minutos bajo el portal de su oficina mirando su reloj y calculando cuánto podía esperar antes de perder el último tren que la llevaría a casa. El cielo se oscurecía por momentos y la lluvia se espesó convirtiéndose en una gran tormenta. Con la estúpida idea de que corriendo de portal en portal y de balconera en balconera conseguiría llegar a la estación mojándose lo menos posible inició una carrera absurda.

No había corrido más de cuatro porterías cuando aterrizó, cuan larga era, en el charco más grande de toda la calle que por otra parte se había convertido en un torrente. Se quedó inmóvil, tirada en el suelo, con la mirada fija en una de sus chanclas que se había convertido en patera a la deriva al caer en el hueco del árbol completamente anegado ya.

Se dio cuenta de lo anormal de su comportamiento allí sentada, sin moverse, empapada e intentó levantarse recomponiéndose la falda de su vestido que con el agua se había vuelto casi transparente y se le pegada al cuerpo señalando cada curva.
Se le saltaron las lágrimas al ver su capricho arruinado  y el rímel le dibujó unos churretes negros  que acababan de darle del todo una imagen dramática y patética.

Recogió la sandalia poniéndosela, el bolso, el libro, se estiró la falda y levantó el mentón en un intento de recuperar la dignidad y sin mirar a quienes se cruzaban con ella siguió su camino ya sin correr. En ese momento no le preocupaba nada salvo que sus preciosas sandalias habían tenido una corta vida y le escocía especialmente el tiempo que había invertido en ahorrar el dinero que valían y la ilusión que también había invertido en ello.
Uno de los cordones de cáñamo se soltó haciendo que la alpargata quedará atrás al dar el paso y provocando un nuevo traspié a Lucia. Se giró, ya no lloraba. Su cara reflejaba la rabia que intentó evaporar apaleando la puñetera zapatilla contra otro árbol de la acera.
Uno, dos, tres, cuatro… los golpes eran cada vez más rápidos y fuertes e iban acompañados de todas las palabras malsonantes que conocía.

Así las cosas la imagen eran la de una hermosa joven descalza, con la ropa empapada y pegada al escultural cuerpo, el cabello negro pegado al cráneo, el rostro dibujado de surcos negros que le conferían a sus ojos un matiz de misterio o de locura, que castigaba duramente el tronco de un árbol aporreándolo con una sandalia rota y soltando por su boca todos los tacos habidos y por haber.

Marco salió de la oficina a su hora. Había tenido un día horrible y lo que más le apetecía era llegar a casa, ponerse cómodo y desconectar. Le había tocado lidiar con una impertinente cliente que histérica casi lo lleva al puro grito. Su estrés lo pagó el teléfono cuando después de la vigésima llamada de la señora en cuestión lo estrelló contra la pared de la oficina. Eso le valió una llamada de atención severa de su jefe y la recomendación de que se tomara unos días de vacaciones, eso sí, sin sueldo. Tenía por delante cinco días hasta que el próximo lunes volviera al trabajo.
Iba maldiciendo entre dientes su suerte mientras conducía y el aviso de mensaje de su móvil le hizo dar un respingo. Cogió el teléfono y si hubiera llevado la ventanilla abierta hubiera acabado en la calle. Miró el mensaje:
“parking inundado. Imposible aparcar. Matías”.
Matías, el siempre atento y diligente portero de su finca acabada de darle la puntilla a su día. Ahora tendría que pasar un buen rato para encontrar un aparcamiento en la calle porque a esas horas ni en la zona azul encontraría un hueco donde dejar su flamante BMW.
A la tercera vuelta a su manzana reparó en una loca que gritaba aporreando un árbol. La gente está loca, pensó, sin acordarse de que él mismo hacía un rato había hecho lo propio con el teléfono. En la siguiente vuelta un coche salía y esperó mientras hacía las maniobras fijándose ahora en la mujer. No sabiendo muy bien por qué sintió lástima por ella y se sintió identificado.
El claxon de otro coche lo sacó de sus pensamientos y enseñándole el dedo corazón por la ventanilla se dispuso a aparcar. El hueco era muy justo y tuvo que acomodar su coche con varios toquecitos que le iban poniendo cada vez de peor humor. Al fin paró el motor y salió. 

Casi estaba en su portería cuando echó un último vistazo a la muchacha. La gente corría y nadie se paraba ni siquiera a preguntar qué le pasaba pero si veía cómo la miraban con ojos golosos y otros jocosos algunos de los hombres que salían del taller mecánico de la esquina... Sin pensarlo nada se quitó la americana y cuando estuvo a su lado la tapó y la abrazó para impedir que siguiera golpeando y gritando.
Lucia lo miró con ojos de ira al principio y al segundo rompió a llorar como si el mundo se hubiera acabado y fuera la única superviviente. Marco le susurraba palabras de calma al oído y la encaminó hacia su casa.
Matías le abrió la puerta y extrañado iba a decir algo pero enmudeció cuando Marco lo miró. Subió a su piso y se dirigió al cuarto de baño abriendo el agua caliente de la ducha.
Salió al salón y encontró a Lucia en el mismo punto en que la había dejado y le pareció un perro abandonado. Le dio la mano y la condujo a la ducha. La desvistió y cuando estuvo bajo el chorro de agua cerró la cortina y salió a secarse y cambiarse.
Mientras ponía música suave y preparaba un trago para cada uno pensó en que algo muy grave debía pasarle a esa mujer para que hubiera llegado al estado en el que estaba. Oyó que el agua había cesado de caer y esperó ante la puerta a que saliera.
Lucía salió con la cabeza baja y susurró un “gracias “que le llegó al alma. De la mano de nuevo se acomodaron en el sofá abrazados y en silencio. Se durmieron.
De madrugada despertó con dolor de cuello y miró a su derecha. Se le había abierto la toalla y por primera vez reparó en toda su belleza. Se ruborizó de su propia erección y se levantó a buscar una manta fina y la cubrió. Se dio cuenta de que no sabía ni su nombre y sin esperar a que despertará rebuscó en su bolso para ver su carnet de identidad. Encontró una de sus tarjetas profesionales y el bolso se le cayó de las manos.
Se quedó de piedra, no podía ser. El destino no podía ser tan caprichoso e insidioso.


Lucía Castells Mora.
Directora de Marketing
Castells & Castells Esdeveniments.

No podía ser, aquella belleza no podía ser el ser insufrible que le había amargado el día y que había hecho que perdiera los nervios.
Empezó a pasear de arriba a  abajo por el salón. Se paraba delante del sofá, la miraba, alargaba la mano para despertarla y sin acabar de hacerlo volvía a pasear. No sabía qué  hacer, por un lado tenía ganas de mandarla de nuevo a la calle sin darle oportunidad de hablar y por otra parte quería conocerla y entender todo el lio que había organizado entre los dos.

Lucía abrió los ojos estremeciéndose y mirando a Marco le dijo
-                                     -  Hola. Creo que no te he dado las gracias por todo lo que has hecho y ni siquiera sé cómo te llamas. Eres lo mejor de un día pésimo y espero poder agradecértelo.
Marco se sentó a su lado. Intentó que la rabia no le saliera por los ojos y con toda la frialdad de la que fue capaz le dijo:
-                                  -  Soy Marco Benet i Solans, staff de la firma a la que tu representado le ha intentado estafar miles de euros.
Lucía se levantó del sofá como un resorte sin darse cuenta de que estaba completamente desnuda y se acercó como una tigresa hacia Marco, que por otra parte también estaba desnudo de cintura para arriba. Marco se quedó helado al ver a aquella tremenda mujer y no se le ocurrió otra manera de callar a aquel huracán  sino asiéndola por los brazos y besándola.

Cayeron al suelo en una lucha tan antigua como el tiempo, mordiéndose, besándose, quemando toda la rabia que habían estado acumulando y sin pensar a dónde les conduciría la liberación de sus instintos.
Fuera la tormenta empezaba a amainar al mismo tiempo que se desataba dentro una tormenta de pasión incontrolada.

Si creyéramos que los objetos tienen alma podríamos creer que en un rincón del salón una sandalia rota se reía dejando caer las pocas cuentas de colores que aun quedaban en su sitio.

mayo 31, 2011

¿ TE ACUERDAS?

¿Recuerdas cuándo fue la última vez que te dieron tanto sin pedir más que una mirada o una palabra?

¿Recuerdas quien fue la última mujer que te dio toda la ternura en sus manos? ¿Aquella que cuando miraba a tus ojos veía todo lo que necesitaba? ¿Aquella para la que tus palabras eran credo y música para su alma, la que tejía futuro en tus labios en cada beso?

¿Te acuerdas?
¿Recuerdas cómo poco a poco empezó a abrirse un mar de frías sábanas entre vuestros cuerpos, olas de soledades en compañía, noches en blanco sin una caricia siquiera? ¿Recuerdas las lágrimas, los silencios, los gritos callados dejados cada mañana en tu café?
¿Te acuerdas?
Te abandonó para no matar el amor de puro hastío a golpes de indiferencia. Te abandonó por amor, por su amor.
¿Recuerdas cuándo empezaste a buscar en otra piel lo que la tuya añoraba de ella? Cuando en tu cama había tres y hasta cuatro. Tú, la de esa noche, su sombra y tu orgullo.
¿Te acuerdas?
Y ahora, que el tiempo pasa, que te acostumbraste a tu mal entendida libertad, que la soberbia se apoderó de tu vida, de tu casa, vives con una puta vieja, tu querida soledad, que te araña haciendo jirones ese corazón que a golpe de años se volvió frío.

Y sin embargo aquella que un día fue, aquella que siempre estuvo, sigue esperando un guiño del destino para volver a brindarte su vida en un suspiro.

mayo 25, 2011

DISTANCIAS



Jaume me sobresaltó al servirme el primer café del día. Andaba perdida en mis pensamientos con la mirada fija en un punto pero sin ver nada.
Sigue llorando – me dijo señalando con la cabeza la mesa a la que creía que yo observaba.
-              -  Pobre, lleva ya casi una hora llorando, Doña Mireia y no para de mirar el reloj. Yo creo que lo va a desgastar. Me acerco a cada poco pa limpiar la mesa y me mira con una cara de gato abandonado que…

-                -  Jaume, cuántas veces te tengo que decir que no me llames Doña. 

Mirando, ahora sí, a la pobre infeliz le pregunté a Jaume si la conocía porque, a pesar de mi despiste crónico, soy muy observadora y no la recordaba.

-                 -Que va Doña Mireia, viene alguna vez pero siempre acompañada. Hoy está sola, pero que mu sola. ¿Por qué no se acerca usté y le ayuda? A usté se le dan bien esas cosas.

Jaume es un tipo amable, camarero de toda la vida, de los de antes. Muy profesional y muy cotilla también. No, no soy justa. No es cotilla es que se preocupa realmente por las personas con las que interactúa, es casi como un confesor para su pequeña parroquia.
Si hay algún lugar en el que el tiempo deja de ser tiempo es en la terraza de un café.
Me gusta sentarme en un velador – que palabra más hermosa – y observar las miserias y grandezas de autóctonos y foráneos de una ciudad como Barcelona.
Un café corto con leche, espuma y espolvoreado de cacao, una libreta y mi cámara  se convirtieron hace años en compañeros de mil horas sin minutos, en testigos no mudos de mis soledades y de las de muchos como  yo. Observar se convierte en una buena terapia que ayuda a poner en el lugar que le corresponde a tus propias vicisitudes.

Creo que salvo Jaume nadie repara en esta vieja loca que se sienta en la mesa más retirada de la terraza. Me he convertido en un adorno más de la preciosa cafetería modernista que palpita todavía en un pequeño pasaje peatonal en pleno ensanche barcelonés. Es una isla de paz en medio de la vorágine de la ciudad Condal.
Mesas de mármol y hierro forjado, vidrieras en las puertas, madera tallada con mariposas, hojas y flores, lámparas art-decó… una belleza que hace que te sientas en un espacio sin tiempo. Siete veladores dispuestos en forma de flecha  son todo un mundo en el que se viven encuentros secretos, horas de lectura sin prisa, partidas de ajedrez interminables, charlas de vecinos, reuniones de trabajo de estudiantes, desayunos de secretarias y hasta es espacio para una pequeña congregación espirita.

-                - Doña Mireia, perdone si la molesto que ya sé que no porque en el fondo usté tiene un corazón mu grande y yo se que….

-                 - Está bien Jaume, iré a hablar con ella.

Prefería la incomodidad del acercamiento y de la intromisión en la vida de esa desconocida que el parloteo incesante de Jaume. Cogí mi cámara y con la excusa tonta de hacer fotos desde el perfil de su mesa me acerqué a ella.

Me presenté y con el desparpajo que solo se les perdona a las personas de edad me invité a sentarme a su lado. Ella me miró dibujando una media sonrisa en su cara y me perdí en la tristeza de esos ojos. Jaume tenía razón, aquella mujer, Julia  se llamaba, penaba por algo que le estaba ahogando el alma. No me costó mucho esfuerzo entrar en su historia, ella necesitaba desahogarse y sin pudor explicó que se encontraba en medio de una relación que era su razón de vivir y el motivo de su lenta muerte.
Me contó que había llegado al café porque recorría cada paso que había dado con él, porque aquí había vivido momentos maravillosos y aun le parecía que en cualquier momento doblaría la esquina y aparecería, como siempre, a las 4 en punto. No pude evitar acordame de la Penélope de Serrat y atrapada en ese sentimiento pensé que debía hacer algo por ella. Pero, ¿qué podía hacer salvo escuchar? 

Son más de las siete, le dije, es posible que no venga. No vendrá, me contó entre lágrimas, lo he perdido, esta vez es para siempre. Alargó su mano hacia mí y me entregó una cuartilla arrugada:

-                  -Lo encontré en el buzón esta mañana. Se lo escribí yo no hace mucho y me lo ha devuelto sin una explicación sin una nota.  Le he llamado mil veces pero no atiende el teléfono y no puedo ir a su casa. Está casado, atrapado en un matrimonio que lo asfixia pero del que no puede deshacerse. Espero y espero pero no ha servido de nada la paciencia y el amor…
Desplegué la cuartilla y leí:

Huelo el miedo cuando me hablas. También usa mi boca para hablarte a ti y estoy cansada de sentir miedo, de que mis palabras te alejen más y más. ¿Qué quieres de mí? Soy yo, sigo aquí, siempre estoy aquí.
La marea que te trajo de vuelta en tu última huida me devolvió un desconocido. Envuelto en mil ropajes te escondes y solo dejas ver lo que ni te roza la piel. No quieres mis caricias, huyes de mis labios y sin embargo buscas mi cobijo como perro apaleado. Me miras sin querer verme pero no puedes olvidar los únicos ojos que saben leer tu alma.
Tengo la certeza de que habiendo recorrido ese camino una y mil veces, el sendero empieza a tener más piedras que verdín, más zarzas que flores y las fuerzas empiezan a menguar al mismo ritmo que desaparece la ilusión y se desvanecen los sueños.
Pero sigo aquí, llenando tus tiempos siempre escasos y clandestinos y dándole forma sin querer a la idea que de mí quieres guardar. Me mata el hielo de tus palabras, la distancia no se mide en metros entre tú y yo. Se mide en dulzuras perdidas, en abrazos rotos, en besos muertos antes de ser labiados. Se mide en sentimientos que se esconden y en palabras dichas que no son nada. Se mide cuando mides el tono, las pausas, las miradas. Ahora hay todo un océano entre nosotros, ni siquiera puedo alcanzarte.
Mírame soy yo, sigo aquí. Soy  como el aire que llena tus pulmones y que no ves. Tan real como la tierra que pisas o la sangre que late en ti.
Tal vez busco a gritos, te reclamo el amor que nunca existió aunque tu piel dijera lo contrario y tus labios matasen de deseo mi cuerpo y el tuyo vibrara con mis caricias.
Nunca me he sentido más sola que cuando me ha cruzado el pensamiento de que no te he perdido si no de que jamás te he tenido.
Y vuelves a picar a mi puerta y te abro de nuevo y te envuelvo  en mil caricias nuevas solo para ti.

Leí aquella nota y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Sentí que el receptor de aquella carta estaba allí, con nosotras y que le acariciaba el pelo y le besaba la mejilla. Sentí que su corazón ya no latía y que ahora sí la distancia era insalvable…