Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

mayo 15, 2013

COLORES

En tardes como la de hoy todavía soy capaz de sorprenderme reconociendo la chica ingenua, romántica, tierna, pasional y hasta ñoña que fui. La vida se me salía por todos los poros, me estallaba el pecho con casi todo y tenía una energía a prueba de casi todo.
Era capaz de clasificar emociones por colores. Ya, raro, pero verdad. Un buen beso era de un añil puro, una canción abría un mundo absolutamente verde agua, una mirada teñía mi mundo de rojo borgoña...
El entusiasmo, el deseo, el frenesí, el erotismo, los desprecios, las aversiones, las tristezas... todo tenía un color.

Con el tiempo los colores perdieron vivacidad hasta diluirse, ya no reparaba en ellos. No sé si han desaparecido, a veces creo que si. Ya no explotan, no los noto, no hay colores.
Aquel mundo, absolutamente mio, especial, se ha disuelto en carreras, inquietudes, pesadumbres, malestares.. Seguramente sea eso lo que llaman madurar.

Hoy, paseando bajo una lluvia fina e impertinente, cerré el paraguas y caminé despacio dejándome empapar y mirando los pequeños charcos que me topaba empecé a ver reflejados algunos recuerdos de aquella joven.

De uno de los locales comerciales de la Avenida salía con fuerza una música de otro tiempo. Una canción que yo repetía una y otra vez durante mi adolescencia. Una voz rasgada, italiana, hizo que por un momento sintiera el sol tocándome la cara igual que en aquel muro en el que, con mis compañeras, esperaba el momento de ir a entrenar.

El mundo, mi mundo, por un instante se ha vuelto dorado, casi azafranado. He sentido, de nuevo, que la vida me corría por las venas, que la niña que fui me tiraba fuerte de la blusa como si fuera un bebé reclamando atención. He sonreído. No sé bien a qué o a quién. Probablemente a la niña que fui y he susurrado un gracias. Gracias por enseñarme que uno es siempre el niño que fue por más que nos empeñemos en cubrirlo de capas y capas de hábitos, malos hábitos y rutina.