Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

mayo 29, 2014

BLUESMAN

A lo lejos, en el callejón, se oye una guitarra llorar.
Las viejas calles con su acústica perfecta hacen de altavoz para los que se han convertido en invisibles. Gemidos, sollozos, suspiros... Sentimientos de pena, angustia o pesimismo con un toque realista se disfrazan de acordes íntimos que tocan el alma. El viejo Bluesman canta con voz rota y profunda lo que todos sentimos alguna vez y somos incapaces de elaborar.

 " no confíes en nadie, nena,
   no vale la pena,
   no vale la pena... "

En el bar de la esquina hacen un excelente café.La cafetera es de hace mil años y a fuerza de tirar cafés ha aprendido a hacer el mejor de la ciudad. Ha cambiado de dueño varias veces y la cafetera sigue siendo la joya de la corona. Fotografías en blanco y negro de viejos actores se mezclan con letreros de quesos y vinos que intentan contar las excelencias de su cocina.
Nunca he visto a nadie comer queso, o tomar vino, sin embargo el suelo está tapizado de sobres de azúcar y la barra atestada de tacitas blancas dispuestas en fila y preparadas para ser servidas en cualquier momento.

Javier, el dueño, debería pagarle algo más que un café al viejo. Siempre que se pone a cantar, los cuarenta metros cuadrados se estrechan hasta lo indecible y la puerta se llena de gente que mueve los pies o la cabeza al compás.

  " no esperes nada de nadie, nena,
    no vale la pena esperar .
    Quien te quiera nena,
    no dejará tus ojos llorar "...

  " si fuera joven, nena,
    volvería a arriesgar.
    no vale la pena, nena
    vivir sin amar "...

Aplauden cada vez que acaba una pieza y esperan la siguiente sorbiendo sus tacitas. Sobre una de las mesas, marrones y desgastadas, hay un cuenco de barro que va llenándose de monedas a medida que la tarde languidece. El Bluesman acaba su última pieza. Guarda su guitarra en una funda tan vieja como él y arrastra los pies hasta el café.
Cuando entra, la gente le abre paso. Se acerca al cuenco, lo vacía en uno de sus bolsillos, se toma un café recién hecho que Javier acaba de poner y sale agradeciendo con la cabeza los aplausos y comentarios que le acarician al pasar.

Nunca nadie le ha oído hablar. Nunca nadie le ha visto los ojos que esconde tras unas gafas de pasta negra, nunca nadie le ha visto una sonrisa, una mueca, la mínima expresión en su cara, nada. Se diría que es un espectro que solo vive cuando canta llorando su vida. Cuando la convierte en un viejo blues, tan bueno como el café de la esquina.










  

mayo 27, 2014

Mio


El sol bajaba la cuesta lentamente. Descubría poco a poco cada centímetro de superficie, arrasando a su paso los restos de una oscuridad alcahueta de mil historias. Es curioso el sonido que produce la llegada del sol en cualquier calle estrecha de cualquier barrio. Si pones atención se oye una sinfonía de persianas, descarga de inodoros y duchas; pitidos de microondas, llantos de bebes hambrientos, o niños que piden a gritos " un poquito mas". Es la sinfonía del segundo turno. El primero ya hace rato que salió de sus casas entre silencios y las luces mortecinas de las farolas.


Yo seguía en el balcón, como toda la noche, acurrucada entre los almohadones de mi chillout de pobre, emborronando cuartillas, bebiendo tequila. Perdida entre estrellas y pensamientos inútiles. Volando de un sueño a otro y a otro hasta que la mañana me revelo, exhibió para mi, mis miserias. No la tela ajada que me rodeaba, o los barrotes descascarillados del balcón, no. Las miserias interiores que son las que más duelen cuando se hacen visibles. Durante la noche pude verme desde afuera, contemplar el guiñapo humano que gimoteaba por los sueños no cumplidos. La luz me desenmascaró. Lentamente, como la misma mañana, empecé a doblar las cuartillas en uno, dos, tres pliegues, hasta formar aviones de papel que eché a volar al mismo tiempo que los suspirros, las quejas, los lamentos... Era hora de ponerse en marcha y de trabajar por mi, por ti, por nosotros.
Uno de esos aviones de papel cayó a los pies de María que salía con prisas y compungida, como siempre. En otro momento no hubiera reparado en eso pero esa noche había soñado con aviones de papel. Aviones que volaban por encima de su cabeza y que ella intentaba cazar y no podía. Ahora si agarró con fuerza aquel papel y lo abrió :

Mio
Quiero sentirte mio, solo mio. Mio en lo que dura una mirada; mio en un beso, tu beso.                                                                                        

 Quiero sentirte mio mientras rozas con tus dedos mis caderas, cuando bordees mis senos saboreando sus cumbres,  cuando dentro de mi te abandones dejándome saciada , con la mirada extasiada y mis ojos enredados en los tuyos...
Quiero sentirte mio en esos instantes en los que no puedes ser de nadie, en los que eres absolutamente libre, en los que no ya no te perteneces ni a ti.
Después podrás ser de ella, de otra, de mil , no importa. En mi recuerdo, cuando el tiempo se detuvo, cuando nada importó más que el otro, cuando la vida se redujo a sentir, sabré que fuiste mio, solo mio...


María apretó la cuartilla contra su pecho , respiró profundo y se prometió que esa noche, cuando volviera a hablar con él, le pediría dar un paso más, un salto al vacío.

mayo 01, 2014

Sueños versus Rutina


Agarró con fuerza el asa de su maleta. El ruido de las ruedas en el empedrado rompía el silencio de una noche triste y gris, demasiado triste y gris. No sabía que camino tomar y simplemente caminaba. La humedad le calaba los huesos y levantó el cuello de su gabardina como si ese trozo de tela pudiera devolverle el calor que se había dejado cuatro puertas más arriba.
Miró atrás queriendo encontrar la señal que desandara la partida pero no la encontró. Tropezó con la pizarra, que anunciaba las especialidades, de un bar pequeño que en ese momento le pareció el mejor refugio y se sentó delante de una humeante taza de café. No pensaba, sólo podía fijarse en el cacao espolvoreado de la superficie y le pareció que él era ese cacao. Su vida se había pulverizado en pocos días. Con el primer sorbo empezó a soltar lastre...

Nos empeñamos en crearnos sueños perfectos, redondos, de algodón de azúcar y sábanas de raso que destilen pasión.
Me pregunto si es más feliz quien se conforma. Si no construir respiraderos en tu día a día, nos hace en realidad más libres. Nos empeñamos en romper la rutina a base de inventar otras nuevas. Cuando creas y alimentas un sueño, te encadenas a él . Haces de la ilusión necesidad y acabas por consumir permanentemente tus energías en evitar que se convierta en un hábito más. Una rutina nueva con otro nombre. Eres esclavo de tu propia necesidad de ser libre.
Hay tantas formas de sentirse esclavo como ideas que acaban formando cadenas que nos sujeten. Romper esas cadenas es la tarea de toda una vida y una tarea que, con toda probabilidad, te granjee mil sinsabores. 





Acabó su café sin darse cuenta. No quería salir a la calle, no quería enfrentarse a un camino sin señales.