Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

diciembre 21, 2012

SOLSTICIO DE INVIERNO




Creer que cada primavera es el preludio de un invierno es ver la botella medio vacía.
Sería mejor pensar que cada invierno es el anuncio de una brillante primavera pero no todos, o no siempre, tenemos esa capacidad.

La vida agota. Encontrar el equilibrio entre tus deseos constantes de reinventarte y la experiencia que va haciendo cada vez más pesada tu mochila acaba por debilitar, gastar y desgastar. Dicen que eso es vivir.
Todo puede embargarnos: la tristeza, el rencor, la melancolía, la derrota antes de tiempo, la desgana… Sólo tenemos que parar un momento y decidir qué tipo de persona queremos ser y cómo queremos que nos recuerden, en el caso de que queramos dejar alguna huella de nuestro paso.

Yo decido ser de las que, afectas por todo lo que la vida va metiendo día a día en tu mochila y que más de una vez te hace caer, deciden levantarse e iniciar de nuevo el camino.
Caminar y ver los paisajes con ojos nuevos aunque sean de sobra conocidos; caminar y dejarme sorprender; caminar y volver a caer… porque aunque de tanta caída nada aprendo siempre me queda el consuelo de haber luchado contra la derrota que nos amenaza a todos en cualquier esquina.
Sólo necesito tiempo y paz.

diciembre 11, 2012

Lamparillas







¿Qué hago con esta colección de afectos?
Con la lista de sentimientos que quedaron en la parrilla de salida, listos para estrenar.
Qué, con un cofre de ternuras que quedaron sin repartir o con mil caricias que inventé para ti.
Despareces como un atardecer convirtiéndote en noche oscura pero dejando en mi retina rojos y anaranjados que me impiden ver la luz de una lamparita que siempre está a mi lado: pequeña, silenciosa, cálida, esperando…

La miro de tanto en tanto y a veces hasta me doy cuenta de que siempre está, que ella nunca desaparece, que espera paciente, que me acaricia con su luz…
Y sin embargo, ingrata, añoro la explosión de colores que me despiertas y manejo el deseo con desesperación y espero, espero.

Al final no somos tan diferentes. Somos dos lamparitas que acarician espectros: yo tu sombra, él la mía…

diciembre 07, 2012

Dolores perdidos

 
 
 
Y mientras me hablas de tu dolor el mío se ahoga en palabras que tiemblan…

Dolor es no poder quejarme de añorar tus labios porque tus besos nunca rozaron mi boca.
Es el ansia alojada en mi vientre por no tenerte y pensarte a cada instante.
Es saber que el “quizá” no llegará nunca, que el “tal vez” ya no es más una posibilidad…


- ¿Me concedes tu próxima vida?

Me dí cuenta de que lo había dicho en voz alta cuando tus ojos se clavaron en los míos con una mirada nueva, distinta.
Supongo que no cabía disimular porque mi piel se volvió del color de un atardecer de verano. Sólo pude mirar, sonreír y callar. Esperar a que esa chispa de humor tuyo envolviera el momento pero sin embargo acariciando mi mano con tu pulgar me dijiste:

-¿y por qué no ésta?...


Extracto de “Dolores perdidos”. De March Güeris

noviembre 29, 2012

Pedir

Pedía tan poco que nada tuvo.
Necesitaba compartir un sueño. A ratos, en forma de palabras,
como beso robado al tiempo o mano extendida o abrazo mudo…
Necesitaba una mirada cómplice, un secreto pequeñito en un mundo difícil, un “ te extraño”, 
o un “ me muero por morderte la boca”…


Una pasión a ratos, un pensamiento perpetuo, una idea simple, redonda, perfecta:

Nosotros.

Inventar un horizonte en el que solo cupieran dos. Que sus almas se tocaran …

Tan poco era que quizá no supo hacer que entendiera o quizá, quién sabe,
se equivocó y pedía tanto que él no pudo más que rozar ese sueño, acariciarlo por instantes tan cortos, tan efímeros que se diluyeron en la nada
Imagen: Óleo Francine Van Hove

noviembre 13, 2012

Agua


Descubrir una mañana que ya no duele es tan doloroso como liberador.
Buscas entre los recuerdos, aquellos que te hacían sangrar 
y te das cuenta que ya no existe más que una ligera cicatriz.

Te agarras al deseo de recuperar el deseo y sencillamente se esfumó.
Buscas y buscas y en lugar de la pasión que te arrasaba sólo hay etiquetas
de recuerdos pegadas a la maleta del viaje que compartimos:
besos secos, caricias rancias y palabras que nunca se dijeron…


Lo peor es que lo que pensaste que nunca podría pasar, pasa y arrasa.
Muerta la pasión queda el cariño que poco a poco se irá disolviendo
como el azucarillo en el café de la mañana…




Sin embargo en su cabeza sonaba una y otra vez:


octubre 23, 2012

Sueños rotos

 Sueños de cristal, de brillos rotos,

 desgastados por palabras 

que se pronuncian sin voz.

 Sueños podridos de tiempo, de miedos, de falsas esperanzas... 

Sueños frágiles que un día y por una tontería caen, 

estallan y 

desaparecen dejando pequeñas, muy pequeñas cicatrices.



Una mala noche se alió con una noche pésima. El resultado no podía ser peor.
Se despertó agitada, sudorosa. Tratando de escapar de las ataduras en que se habían convertido sus finas sábanas puso un pie en el suelo y un dolor sordo y profundo la atravesó.


Poner los pies en el suelo nunca había sido tan doloroso.


Cristales, cristales por todas partes... En algún momento de la noche sus sueños se hicieron añicos

octubre 22, 2012

Inutilmente

Besas mi humedad
recorres mi cuerpo con tus manos
con tu piel, con tu lengua…
Exploto contra tu boca
y de nuevo al sentirte dentro 
Me dejo llevar….



Me abrazo a mi misma en la cima 
y abro los ojos esperándole a él,



y no está,

y no está....


Recoges mi lágrima en un beso
y con infinita ternura,
sin palabras,
haces que mi alma se sienta
de nuevo pura.



octubre 10, 2012

Háblame


Háblame de ti
Háblame, aunque ese tú sea ella.
No importa que me mires a través de sus pupilas,
no importa que los besos que no me das sepan a otros labios.

Háblame de cómo te tiembla la voz cuando oyes la suya
o de cómo tus piernas parecen arcilla cuando la esperas.

¿Las horas con ella parecen segundos?
¿Odias el tiempo cuando al dejarla en casa piensas en la próxima cita?

Dime si podrías perderte en su sonrisa o si su mirada es el faro que te lleva puerto.
Dime si tu primer pensamiento es ella o si cada vez que la miras la descubres más bella,
Dime si tocar su piel es tocar la más exquisita flor o si su pelo es la telaraña que atrapa tus sueños…

Yo escucharé lo que quieras decirme, sin arrastrar la mirada por tu rostro, sin que mi voz tenga un tinte de añil ternura o se me escape un susurro al oír la tuya.
Te esperaré sentada para que mis piernas no me traicionen y no miraré tu pelo azabache para no caer presa del encantamiento de su brillo y no tocaré tu mano cuando descanse sobre la taza de café.


Prometo poner el hombro y el oído y la cabeza en cada una de tus palabras y no soñar que podrían ser para mí. Prometo ser fiel amiga aunque en ello se me escape la vida.









septiembre 17, 2012

VERONICA



“Volver con la frente marchita…sentir que es un soplo la vida…

A diferencia de la letra de Gardel yo no tenía miedo de volver. Tenia la maleta llena de recuerdos, de ilusiones, de imágenes de un pasado que en mi nunca había marchitado.
Volvía a casa, volvía a mis calles, a mi paisaje, a mis olores y colores, a mi infancia y a mi interrumpida adolescencia.
Volvía para abrazar a mi pasado y a mis amigas y a reencontrarme con la que fui y tal vez cerrar un círculo doloroso.
Quince días quizá no bastaran pero para mi eran toda una vida. A mi regreso me esperaría mi hogar, un hijo mayor e independiente y un hombre casado con su trabajo pero al que adoraba.
Estaba a punto de realizar un sueño largamente esperado. Miles de kilómetros entre mi realidad y mi pasado. Todo estaba pensado, estudiado al milímetro. Mil planes que como todos los planes se tuercen en algún momento.
En el aeropuerto de Ezeiza debía recibirme Julia, mi querida amiga Julia. Sentía mariposas en el estomago imaginando el reencuentro. Pensaba en el abrazo que nos daríamos y en las lágrimas que derramaría de pura emoción.
La conexión de vuelos impediría que Julia pudiera recibirme y entre las dos convinimos que lo mejor era que un taxi me llevara directamente al hotel en el que 24 horas después nos encontraríamos.
Empecé a buscar entre el gentío de Llegadas Internacionales algún cartel con mi nombre y el nombre de la compañía de taxis que había apalabrado y me sorprendió un ligero toque en mi hombro. Me di la vuelta y me perdí en unos estupendos ojos verdes.

¿Verónica?, me dijo. Soy su taxi.
Me sorprendió que me reconociera entre tanta gente y la curiosidad me hizo preguntarle como me había reconocido. Julia era la culpable. Matías era amigo suyo y le pidió que fuera a buscarme. Le dio unas cuantas indicaciones sobre mi físico y mi inconfundible, según el, melena negra.
No puedo explicar como, de repente, hablas con un extraño como si lo conocieras de toda la vida. Quizá fuera mi propia excitación o la determinación de que ningún contratiempo iba a arruinar mi viaje pero así sucedió. Salimos del aeropuerto entre risas y parloteo incesante. Me llevo al hotel y me dejó una tarjeta con su nombre y teléfono por si en días sucesivos lo necesitaba para moverme por la ciudad.

Antes de subir a mi habitación quise comprobar que el roaming de mi teléfono estaba activado y marque el número de su teléfono para confirmarlo. Nos despedimos sin más.

Una vez en la habitación no podía quitarme de la cabeza esa mirada, aquella sonrisa que había movido hilos extraños en mi interior. Achaque esos pensamientos al largo vuelo y a la emoción del momento y decidí que una ducha y un café me devolverían el equilibrio.
Pasarían algunas horas hasta que pudiera reunirme con mis amigas y decidí matar el tiempo en la cafetería, hojeando los periódicos de mi país.
Me sorprendió el pitido de mi móvil que anunciaba un mensaje entrante:

-¿Te has dejado unas gafas de sol en el taxi?
- No pero gracias, respondí.

Otro pitido:


-          ¿Nos volveremos a ver?
-          No se.

Otro pitido:

-¿Que es eso, una sorpresa? Me encantan las sorpresas.
- Toda yo soy una sorpresa, conteste.

Que demonios estaba haciendo, estaba flirteando con un hombre al que no conocía pero por alguna razón que no acababa de entender no me parecía mal ni tenia ningún sentimiento de culpabilidad ni nada parecido. Me sorprendió darme cuenta de que en realidad me moría por verlo.

Esa noche llegaron Gala y Karina, mis otras amigas. Paseé con ellas, reí, hablé y hablé hasta que de madrugada nos retiramos al hotel. Estaba cansada pero feliz. Por la mañana temprano llegaría Julia y estaba impaciente por empezar mi viaje a mis recuerdos con ella, con ellas. Sin embargo Matías sobrevolaba todo el tiempo en mi pensamiento.

Supongo que luego el destino y mi absoluta curiosidad jugaron su papel. No recuerdo exactamente cómo o quíén dio el primer paso pero recuerdo que el primer día que quedamos para tomar un café el tiempo voló. Tres horas nos parecieron segundos y de camino al hotel todavía hablamos dos horas más en el interior de su coche.
La intimidad que habíamos alcanzado en tan poco tiempo era increíble y casi al final de esa noche mientras Matías jugaba con uno de mis mechones azabache me miraba y me miraba. Me hacia sentir absolutamente especial. Le dije:
-          Te mueres por darme un beso, ¿verdad?

El me miró y me dijo que podría estar así hablando y riendo conmigo. Que el momento era mágico tal y como era. En ese momento sentí miedo.
Seguimos hablando y su boca cada vez estaba mas cerca. Cuando intento besarme lo frené:
-          No, dije
-          ¿Por qué?
-      Porque a mi solo me va a besar un hombre que se muera por hacerlo, repliqué.

Paso el brazo que jugaba con mi pelo por detrás de mi nuca y me abrazó. Me besó con pasión, con ternura, con dulzura… Entendí que debía salir de esa locura transitoria y bajé del coche. Antes de entrar en el hotel me volvió a besar sin medida contra la pared de la entrada. Me besaba, me abrasaba por dentro, me decía que no podía dejarme marchar que era adictiva que nunca había sentido así por una mujer.
Me podría haber muerto en ese momento y no me habría pesado. El aire era fresco y limpio, su boca sabia genial y en sus brazos me pareció encontrar una paz que ni siquiera sabia que necesitaba. Nos separamos casi al amanecer con la promesa en los labios de más.
Por las mañanas disfrutaba con mis amigas y por la noche salía con él. Paseábamos por la playa con las manos entrelazadas como dos niños enamorados, jugando, riendo y besando, sobre todo besando.
Disfrutábamos de la conversación, del paseo, de la música en directo de un bar de moda, del susurro de las olas o de la luna y su magia, disfrutábamos de todo y de nada.

Le conté lo que estaba sucediendo a Julia y lejos de reprenderme o de juzgarme me dio un sabio consejo. Me dijo que disfrutara del momento porque vivir momentos de felicidad era un regalo que no podía desperdiciarse, pero también me dijo que no me dejara el alma porque cuando uno la empeña difícilmente puede rescatarla sin arañazos.
Mi alma, creía yo, estaba a salvo muy lejos en mi querida isla, en mi hogar. Mi realidad me atraparía como el hambre a un mendigo en cuanto mis vacaciones concluyeran.
Yo me juré que no me enamoraría; es más creía que a estas aturas de mi vida no era posible porque mis cimientos eran sólidos y me dije a mi misma que trataría de exprimir lo que la vida quería regalarme. Estaba dispuesta a dar un paso más a probarme a mi misma que podría jugar con fuego y no me quemaría.

Matías me pidió que fuéramos a su casa  y acepté. Era una calurosa tarde de verano y se dirigió a la cocina a preparar un café con hielo. Se quitó la camisa con una familiaridad y una intimidad que me desmontó. Lo abracé por la espalda y acabamos enredándonos entre prendas de ropa que volaban. Hicimos el amor encima de la mesa de la cocina, en la silla, contra la pared…parecíamos dos locos de amor. Llegamos hasta su dormitorio y volvimos a hacer el amor de una forma más pausada, más tierna, más madura.
Se quedó dormido de madrugada abrazado a mí, profundamente dormido y sin embargo sin soltarme como si temiera que al darse la vuelta desapareciera. Yo no podía dormir, lo único que podía hacer era mirarlo y acariciar su cabello, la piel de su pecho, su cuello…
Cuando el sol empezó a espiarnos por la ventana  lo desperté con mil besos, rocé mi cuerpo contra el suyo excitándole, lamí su piel centímetro a centímetro. Quería grabarme a fuego en sus venas, quería que aquella locura que compartíamos se le metiera en la sangre y no pudiera volver a ver y tocar a una mujer sin recordarme. Que nunca pudiera vivir otro amanecer sin pensar en cómo me brillaba el pelo o mi piel excitada por él.
En mitad de aquella locura de pasión me tomo la cara con ambas manos y muy bajito, mirándome a los ojos me dijo:
-          Por  Dios, yo quiero una mujer como tú.

Después de aquello hablamos. Él me preguntaba qué haríamos con lo que había entre nosotros y yo le respondía que disfrutar el momento, ser felices, vivir un sueño. Nunca le diría que me había enamorado como una colegiala, no tenía sentido.
Siempre fuimos honestos el uno con el otro. Nunca hubo mentiras. Él sabía cuál era mi situación y yo sabía que él pasaba por un momento difícil en su relación. Recién separado y sin las ideas todavía demasiado claras con respecto a su pareja y a su futuro.

El tiempo pasó rápido, cruel. Después de ese encuentro ya no pudimos vernos sin demostrarnos con la piel lo que el corazón nos pedía. La química era tan fuerte y la  pasión tan fuerte que era imposible no acabar el uno en brazos del otro, uno dentro de otro como si deseáramos fundirnos para siempre.

Mis vacaciones tocaron a su fin, debía regresar a mi mundo. Me pidió que lo llamara al llegar y lo hice. Me pidió que le dejara mi dirección o mi número de teléfono, me pidió que le dejara luchar por mí y diciéndole un  “te amaré siempre” colgué.
Lloré mil lágrimas pero me recordé a mi misma cual era mi obligación, cuál mi realidad. Recordé las palabras de  Julia y advertí que mi alma se había vuelto peregrina porque a pesar de que había regresado mi alma se había quedado a miles de kilómetros pegada a la sombra de Matías.

Le llamé un par de veces más, le escribí una carta sin remite y le regalé una brújula con una inscripción  que decía: “Ningún lugar es demasiado lejos”.
Le dejaba trocitos de mí pero no quería que luchara por mí. Esa batalla estaba perdida.

Me juré que no lo llamaría más que no averiguaría de él a través de Julia  porque la sola idea de que pudiera estar compartiendo el aire con otra mujer me partía en dos. 
Pasó el tiempo y no podía dejar de pensar en lo que me dijo Matías en el aeropuerto antes de partir.
No podíamos quitarnos las manos de encima, no podíamos dejar de devorarnos  y buscamos un lugar en un baño apartado para amarnos con una locura voraz, como si el mundo fuera a acabarse en aquel preciso instante.  Después de un orgasmo fantástico, dulce y también triste, con los ojos húmedos me dijo:

-          Te encontraré. Estoy seguro de que la vida volverá a ponerte en mi camino y cuando eso suceda no te dejaré escapar.

Rompí mi promesa y hace poco le pedí a Julia que llamara al número que tenía de él. Necesitaba saber, necesitaba creer que todavía estaba en mi mundo. Julia lo intentó pero el número ya no estaba operativo y se había mudado de dirección. Ya no tenía manera de encontrarlo, lo había perdido definitivamente.

Ahora, muchas noches, cuando la casa se queda silenciosa cierro los ojos y recuerdo su tacto, su piel, su sabor y me muero por volver a tener la sensación de volar, esa sensación que siempre tuve entre sus brazos.

Volví de mi viaje habiendo cerrado círculos de mi niñez, recomponiendo el puzle de mi adolescencia, devolviéndome, renovados, los colores y olores de mi pasado y añadí a mi recuerdo un tiempo pasado con él.

No somos conscientes de la soledad que nos envuelve hasta que alguien, por azar, nos rescata de ella. Siempre he creído que las personas tenemos mil aristas y que con el tiempo van redondeándose hasta que en tu final te conviertes en una esfera preparada para fundirse con el universo.
Tampoco somos conscientes de que el amor tiene mil caras, de que eres capaz de amar a dos hombres y no estar loca, de que no te das cuenta de que estás viva hasta que una locura de amor te desvela la mejor o la peor parte de ti. Te sacude los cimientos y te despierta del letargo en el que se ha convertido tu vida.

No me arrepiento. No puedo ser hipócrita conmigo misma y reducirlo todo a una aventura de verano de una madura. Lo que viví fue algo extraordinario y agradeceré hasta el día de mi muerte el regalo que fue.
Añoro muchas cosas: la ternura infinita, la pasión desbordante, y la honestidad con que dos personas, sin ninguna necesidad de enamorarse lo hacen y además son lo suficientemente valientes para no decirlo.

A veces me siento exhausta de tanto quererlo. A veces me siento como la golondrina que intenta besar el pico que ve reflejado en el cristal de una ventana.
A veces el amor duele, sólo a veces.



septiembre 09, 2012

En el riesgo está el juego, ¿ no?.


Vi ésta fotografía y enseguida recordé un texto que hace mucho tiempo escribió Victor H. Flores. Cuando lo leí me pareció triste aunque real y siempre quise darle un final distinto. Ahora lo he hecho.


Aquí os dejo el enlace de ese precioso texto. No se entendería el uno sin el otro. Echarle un ojo, a mi me encanta.








Mi viejo amigo decía que todos, alguna vez, somos caballitos de madera en un carrusel de feria.


Hubo una vez uno de aquellos caballos que decidió salir del eje que lo tenía sujeto a un circulo sin fin. Estaba cansado de ver y no alcanzar a otra montura que le había robado el corazón y que a su vez perseguía, sin fin, otro sueño. Decidió que si podía ponerse ante él, que si podía hacerle saber que tras él existía alguien que estaba dispuesto a dejar de jugar el papel que la vida le había dado y arriesgar, caería sin remedio entre los pétalos del millón de flores que le prometería. Decidió que si le podía dar la libertad le seguiría con los ojos llenos de futuro por compartir.


Cada día movía su cuerpo de madera con pequeñas sacudidas casi imperceptibles. Poco a poco aprendió a mover el eje y a paralizarse para que nadie pudiera volver a sujetarlo y desbaratar su plan. Deseaba tanto tocar aquellas crines negras y sedosas, poder olerlo, tocarlo, besarlo que entendió que la paciencia era su aliada y que el esfuerzo, el riesgo, la voluntad y la determinación darían resultado.


Creyó que el amor lo podría todo, que con uno que amara y enseñara a vivir sueños al otro, bastaría. Creyó que en la vida sí hay segundas oportunidades, que la vida sin riesgo no es vida, que hay que saltarse las reglas si con ello se logra la felicidad.


Y cada día, en cada vuelta, movía un poco más la base que lo sujetaba a una realidad que no quería. Cada día, poco a poco estaba más cerca de un futuro distinto, de una aventura que le producía vértigo.


¿Bastaría todo el esfuerzo, todo el amor y todo el deseo para que el objeto de sus sueños quisiera compartir esa aventura con él?


En el riesgo está el juego, ¿no?

agosto 04, 2012

Palabras rotas


Tenía tan poco de ti que hasta ese poco perdió.
Tenía tus palabras, que ella creía para sí aunque nunca lo fueron , y que le hacían soñar. Pero las palabras se rompieron una calurosa tarde de verano.
Y es que mientes tan bien que las mentiras saben a verdad tímida, a verdad deseada, perseguida tanto tiempo. Ella ,que tanto tiempo tuvo cerrado el portón de su corazón, que tiró la llave sin querer que nadie la encontrara jamás, que le costó años recomponer los trozos que otro antes que tú destrozó, ella que vivió sin esperar nada, sin buscar nada, tuvo que encontrarte a ti.
¿Quién sabe cómo o dónde encontraste esa llave?, ¿cómo fundiste  la coraza que tanto le costó fabricarse?. El amor es un juego peligroso siempre y tú jugaste a probarte que eras capaz de enamorar a aquella que te lo puso difícil.
Jugabas a que podrías, a tu edad, hacer temblar a una mujer de deseo. Jugaste a hacerte el débil hasta tejer una manta de mimos que ella te fue regalando entre susurros, entre besos culpables, con caricias que poco a poco desataron el nudo de su soledad.
Tus palabras eran poco más que papel mojado y ella las creyó. Empezó a construir un futuro junto a ti, pensó que por fin había llegado el momento de ser feliz, creyó en ti como nadie jamás lo hizo. Te dio rango de caballero y has resultado ser un patán.
Pero créeme, llorarás mucho más de lo que ella lo hace. Un día te darás cuenta de que en el juego el único que perdió fuiste tú. Verás que has tirado por la borda la única tabla de salvación para tu patética vida. Llorarás tu estupidez y sabrás que jugar al amor con las cartas marcadas siempre acaba con un balazo en el corazón.
Ella … ella volverá a recoger los trocitos, cada vez más pequeños, de su corazón y los envolverá de nuevo en un lienzo de terciopelo rojo de pasiones muertas. Y quien sabe si un día, ojalá muy pronto, pueda darle a quien merezca lo que tú pisoteaste sin valorarlo.

junio 22, 2012

LA CONDESITA III


Oigo pasos en el corredor. Son pasos firmes, seguros, no el arrastrar cansado de los pies de papa. Se detienen frente a mi puerta. El ruido que provoca mi corazón alterado me sube hasta los oídos y no me permite captar el silencio detrás de la puerta o su respiración o mi nombre dicho en un susurro.
Nunca he estado tan excitada.

La expectación que ese hombre ha provocado en mí, me está volviendo loca de deseo. “Entra, entra, ven a mí, ven a mí“, repito una y otra vez mentalmente como embrujo.
No puedo mantenerme esperando, sentada. Voy a abrir la puerta y algo se me ocurrirá si sigue detrás de ella o sencillamente lo agarraré del lazo de su elegante corbata y lo arrastraré hasta mi cama.


A medio camino la puerta se abre sin más y sin hablar alarga el brazo, tomándome por la nuca para secuestrar mi boca. Un beso largo, profundo, abrasador que me dobla las piernas y convierte mis pezones en diamantes. Separo mi boca de la suya aun cuando se me escapa un gemido de pesar, para mirarlo a los ojos directamente, sin rubor. Es una lucha de poder. Él toma uno de mis senos y yo bajo mi mano a su entrepierna y aprieto su bulto. No dejamos de mirarnos, Todavía no se ha pronunciado ni una palabra entre nosotros, no hace falta.
Me besa el cuello, el hombro: desliza mi camisón y sigue torturándome con su boca hasta llegar a lamer mis diamantes. Mi mano se vuelve más exigente y le acaricio de un modo provocador, casi insultante. Ahora es él que se separa y me alza sobre su cuerpo. Mis piernas rodean sus caderas y el centro de mi palpitante sexo cae justo en la base de su masculinidad fuerte, dura, caliente.
No sé cómo hemos llegado a la cama, pero de repente me doy cuenta de que se está desnudando y de que ata mis brazos a los postes de mi cabezal con las sábanas.

No quiero sentirme vencida, no quiero que piense que soy una más de sus mujerzuelas a las que seguro somete sin compasión. Me rebelo pero él me pone su cuerpo entre mis piernas, separándolas y sin compasión lame cada centímetro de piel sin llegar a mi sexo. Mis gemidos suben de nivel y se van haciendo cada vez más roncos. Él levanta la cabeza pone el dedo índice sobre sus labios y me ordena silencio con una mirada que haría temblar a cualquier doncella pero que a mi me abrasa.

Sube despacio por mi cuerpo y  me susurra al oído  “yo te daré lo que buscas. Mañana creerás haber soñado esta noche pero tu cuerpo te dirá la verdad. Nunca después de mi volverás a quedar llena. Te marcaré a fuego y serás mía y sólo mía… “
Pronunció mi nombre y entró dentro de mí sin dulzura, con pasión, sin dolor, con una fuerza no exenta de cierta ternura…
Todo lo que había soñado de él empezaba a realizarse. Sólo ruego al diablo que me permita devolverle el mismo sometimiento a él.



junio 18, 2012

Ahora

Ahora, 
ámame ahora.

Como sepas, 
como puedas,
sin medida 
con locura
sin tiempo
sin espacios
despacio
con ternura

Ámame ahora
pues mañana 
quien sabe qué arena
bañarán tus olas.

Ámame ahora,
Ahora.

junio 07, 2012

EL COLECCIONISTA


Según el psicólogo Ricard Cayuela el coleccionismo es una necesidad vital ligada a aspectos de la personalidad. Tienen características propias aunque no se pueda hablar de un patrón único. Son ordenados y cuidadosos y se da también cierta posición obsesiva sin caer en la patología, directamente relacionada con lo que se colecciona  existiendo además una vinculación psicológica.

En todos ellos existe, además, una característica común: siempre tienen la necesidad de cobrar y adjuntar una nueva pieza.
 Hay coleccionistas de todo. Piensa en algo, cualquier cosa y alguien habrá que lo coleccione. Sellos, relojes, trenes, botellas de cerveza, insectos, música, preservativos, aviones de guerra…
Yo me he encontrado con algún coleccionista especial: colecciona personas. Si, ya se que no son / somos objetos y que seguramente el sujeto en cuestión no es consciente de su necesidad de coleccionarlas, pero lo hace.

Necesita de ellas para entender su posición en el mundo, para reafirmarse como ser humano. Los observa, los estudia, los atrae… Cuando se convence de que su presencia se les ha hecho necesaria porque se ha establecido algún vínculo de tipo emocional, cuando entiende que se ha convertido en una pieza esencial en sus vidas sencillamente los archiva y los olvida. Pasa a ser de pieza codiciada a un estorbo.

Si por el contrario el objeto de su deseo no acaba en su colección sencillamente lo desprecia.

A lo mejor no se trata de un coleccionista al uso porque tampoco, al final, obtiene un verdadero bienestar emocional, todo lo contrario. A lo mejor no es coleccionismo y sí un trastorno de acumulación. Una especie de Síndrome de Diógenes de almas.