Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

septiembre 09, 2014

CAMINO DEL ALBA

Esa mañana en cuanto despertó , a regañadientes como todos los días, se tropezó con las piezas desordenadas de si misma. Otra noche de insomnio y baile con las sábanas, con el vacío del otro lado de su cama. Insoportable vacío caliente. Vacio rojo y negro de sueños rotos.
El portátil seguía sobre la mesita baja del salón. Solo con darle a una tecla volvería a ver el correo que anoche la desmoronó. Después de leerlo se quedó largo tiempo sentada, ausente, huida de si misma como una muñeca de trapo. Mucho más tarde se acurrucó. doblada sobre si misma, en la cama y dejó pasar las horas.

Pasó de largo hacia el cuarto de baño a dejar correr el agua mientras ponía en marcha la cafetera. Necesitaba despabilarse, recomponerse y salir, también como siempre, despavorida hacia su trabajo.

Buscaba en el armario la misma anodina ropa de todos los días.La ropa que le convertía en la siempre eficiente staff de una super empresa. La ropa que  rascaba sus íntimos sueños como si estuviera hecha de arpillera. Dio un tirón de la puerta, hoy no podría soportar la lucha diaria con la atascada y tozuda puerta que ponía a prueba sus nervios a diario. Una vieja bolsa de viaje salió despedida del altillo. La miró largamente, convenciéndose de que era una señal, y simplemente la llenó con un par de vaqueros, ropa interior, unas camisetas y su neceser de viaje.
De nuevo en el salón escribió una rápida nota que dejaría en el buzón de su casero. Cerró el portátil y lo guardó en su bolsa,  recogió llaves, teléfono y bolso y salió por la puerta sin mirar atrás.

Llevaba horas conduciendo.Salir de la ciudad ,que a esa hora aun despertaba,le produjo una sensación de bienestar que afianzó la idea de que había hecho lo correcto. No sabe bien donde leyó que la huida nunca era la solución pero en su caso era sencillamente elegir la vida.
El aire que entraba por las ventanillas resultaba renovador, casi como si respirarlo se convirtiera en un exorcismo.


Escupía kilómetros dejándolos atrás como si le ardieran las plantas de los pies. A medida que abandonaba la ciudad, su casa, su asfixia vital, iban cayéndole capas de piel. Pararía, se dijo,  cuando se encontrara la mirada, su mirada, en el retrovisor.

Su cabeza jugaba a piedra, papel, tijera. De un pensamiento a otro. Del correo largamente esperado a la oficina desierta, de las últimas palabras disparadas a quemarropa, al largo silencio.
De vez en cuando paraba en alguna cafetería e intentaba escribir una respuesta. No le debía nada, por supuesto, pero quería hacerlo. Era el sello de lacre a una historia que nunca debía haber sido.

Había  tenido tiempo de pensar aunque no le ha dedicado demasiadas energías. Las disculpas tardías, fuera de tiempo se convierten en baldías. Hubiera dado un día de su vida por esas mismas palabras cuando se produjo la herida. Hubiera creído, letra a letra, absolutamente todo. Es más no le hubiera permitido seguir sin achacarse parte de responsabilidad.
Ahora todo era distinto. Quien puso la madera y el fuego y quien prendió la llama hasta incinerar lo más puro y honesto que jamás había recibido pretendía con unas lineas el perdón. Un texto impersonal, casi una carta tipo; el sentimiento escaso, sin alma. Lo conocía bien y supo que era un texto pensado, muy pensado. Intentando descargar su conciencia y presentarse como un hombre renovado pero ni eso le creyó. Nadie puede enseñar el alma que ha vendido tiempo atrás. No se puede enseñar el corazón y esperar que te crean cuando el corazón es una piedra pómez. Ahora estaba en disposición de contestar y aunque siempre creyó que la ternura era la mejor arma resolvió que con él no valía la pena esgrimirla. Escribiría esa respuesta...

Sentada, mirando por la ventana, recordó sus últimos años al lado de su padre. El calor y el ruido de la cafetería la mecieron hasta perder la noción del tiempo. La mañana se echaba encima como un edredón de plumas, suavemente.
Dobló la cuartilla que estaba escribiendo y la olvidó en el fondo del bolsillo de su abrigo. Todavía no era momento. Reposado, el vino y las decisiones, saben mejor.

El paisaje se iba haciendo más amable cada kilómetro. La carretera empezó a adornarse de pinos de un verde explosivo, nuevo. Conducía en silencio, con la ventanilla bajada dejando que el olor la fuera curando, poco a poco, por dentro.


El sonido del teléfono móvil disipó la bruma en su cabeza. No quería contestar. El sonsonete la estaba desquiciando y justo cuando iba a apagarlo vio en la pantalla un enorme numero de teléfono. Era una centralita, seguro, pero no era la de su empresa. Todavía no habría saltado la alarma por su ausencia. Esa mañana tenía que hacer varias gestiones antes de encerrarse entre paredes brillantes y frias.

Detuvo el coche en el arcén y respondió sin mucho gusto, casi rallando en la mala educación. Cuando colgó y por primera vez en muchos días tenía pintada una sonrisa en su cara. Se miró en el diminuto espejo del parasol y giró la vista hasta el retrovisor encontrándose. Puso la dirección en el GPS de su teléfono y en marcha el compact: John Lee Hooker le acompañaría el resto del camino



Había llegado. Por primera vez pisaba las hojas caídas y húmedas del suelo, flotaba por un camino hecho de olvido, vegetación y tiempo. Respiraba tranquilidad y al mismo tiempo cada paso la llenaba de ansiedad por todo el trabajo que debería hacer hasta convertir la vieja masía en su nuevo hogar.

 Rebuscar entre los anuncios públicos de los periódicos locales tenia algunas sorpresas. Era una afición que había heredado de su padre. Cuando llegó a la jubilación empezó a rebuscar entre los diarios, gangas en las que invertir sus ahorros. Hizo algunos hallazgos interesantes y a su muerte dejó a su hija un patrimonio nada despreciable.
Uno de esos anuncios le sorprendió una mañana con el café demasiado caliente. Al llevarse la taza a los labios se quemó ligeramente derramado algunas gotas sobre el diario que tenía entre las manos. Las gotas señalaron un anuncio que decía:

 Se vende finca rústica colindando con casco urbano. Acceso directo desde el pueblo por camino a menos de 1000 metros, entrada directa desde el mismo camino. Dirección Camino de alba, polígono .... Teléfono ... Trato directo con el propietario ( Preguntar por secretario del Ayuntamiento) Precio a convenir. Urge vender.

 
No lo pensó dos veces.No sabe si ese " Camino del Alba" fue lo que le llevó a tomar la decisión. Otra señal, pensó y se puso en contacto con el Ayuntamiento. Acababa de convertirse  en propietaria de una masía en ruinas y de las tierras que la rodeaban por un precio irrisorio.
Los últimos dueños quisieron donar al pueblo el viejo molino, en buen estado de conservación, para que lo convirtieran en museo con la condición de que la masía, que por aquel entonces ya amenazaba ruina, fuera vendida por el costo del alquiler del almacén municipal en el que se depositaron los muebles, baúles y enseres que nunca debían separarse de la casa. Esa era la única condición y ese fue el precio que pagaría: el importe de almacenaje de los últimos 50 años. Aún pudo negociar los permisos de obras, cambio de nombre de escrituras, etc, etc.
Invertiría todos sus ahorros en empezar de nuevo y en empezar ahí, en un pueblecito pequeño pero bien comunicado entre las montañas.

Se oyó chirriar un viejo camión en el camino sin desbrozar. Llegaban los viejos muebles y baúles. Llegaba su futuro cargado de historia, una historia que iría descubriendo poco a poco mientras creaba un nuevo capitulo de la suya propia.
Revolvió en sus bolsillos buscando el dinero para darle una propina al transportista y tocó el papel doblado mil veces. Dio las gracias y se sentó sobre un enorme baúl de latón y madera. Desdobló la nota y la leyó una vez mas...


"Lo mejor de todo es que al fin te dieras cuenta de que perdiste tu oportunidad de lavar definitivamente el carbón de tu pecho. Lo peor es que ya no me importa. Necesitas el perdón para seguir tu camino pues aquí lo tienes. Hace mucho que te perdoné y ahora ya me he perdonado yo. Perdóname tú a mi el haberte dado los mejores momentos de tu vida, perdóname que creyera en tí, perdóname que te enseñara que otra manera de vivir es posible, perdóname que quisiera llenar tu vida de luz, que quemaras tus fantasmas, que dejaras de ser el niño asustado y traumado que pega la nariz a la ventana de una casa con chimenea. Perdóname porque no estabas preparado para vivir. Ahora que dices estarlo te deseo que encuentres una mano que te acompañe en el camino y que no vuelvas a matar estrellas con tu veneno.¿ Te acuerdas como grita una estrella moribunda?. Yo lo recuerdo bien y cada vez que veía caer una no podía dejar de oír su llanto. Ahora vuelvo a disfrutar de su brillo y cumplo con la leyenda de desear... Sé feliz, yo lo soy o sin duda lo seré."


 
Con aquel papel entre las manos sintió que había llegado al final de ese camino, que el circulo estaba por fin cerrado. No la enviaría, no se tomaría el tiempo de escribirlo en un correo electrónico. Se quedaría ahí en tinta y en una simple cuartilla con membrete de la oficina.
La dobló de nuevo y se levantó. De pie, delante de la puerta vieja y rota, encajó el papelito entre las piedras. El pasado, al que uno no puede renunciar, bien puede quedarse fuera.


Buscó entre las viejas herramientas algo que le permitiera abrir el baúl. Quería ver de que estaba hecha su casa, que historia tenía que contarle...