Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

octubre 26, 2011

I NEED YOU


Quiero escribir en tu cuerpo los versos mudos que se atropellan en mi garganta.
Despacito, con caricias sin final, besando cada rincón; lamer y morder de “a poquitos” tus sombras, recintos y oquedades en los que ocultas tus locuras.




Y dejarte en la boca el deseo,
Y marcarte en las manos la necesidad de mi piel,
Y  encadenarte a mis ojos,
y oír cuando te estremeces,


olvidarte.

octubre 24, 2011

MARINA




Los árboles desnudos han alfombrado las calles de la ciudad pintando de rojo el suelo.
Estoy cansado de ver llorar a mis ventanas, de estar a solas en esta casa vacía de vida y llena de recuerdos. Tu bufanda sigue en el perchero de la entrada, huelo tu perfume al ponerla en mi cuello.
Mi abrigo y tu bufanda, tu y yo, los dos, salimos al ruido de la avenida.
La bruma de la tarde plomiza, la lluvia que todavía no cae pero que ya se huele en el aire, las nubes que van mudando su blanco matinal por un traje gris, el olor de las castañas asadas en los puestecillos callejeros me trasladan a otro otoño, ya muerto.

Es curioso el mecanismo de la memoria, se abre un hueco en el tiempo y de repente ya no son sólo mis pies los que hacen crujir la hojarasca, son los nuestros.
Pisadas jóvenes, ágiles, fuertes y al compás de un solo latido.
¿Cuántos años hace? Ahora recuerdo la letra de aquella canción “es tan corta la vida y tan largo el olvido”...
Aquel noviembre frío, de hace ya mil años, fue el mejor de mi vida. Imágenes y sonidos de la primera vez que salimos a pasear, de la primera vez que nuestras manos se unieron, casi sin saberlo nosotros como si ellas decidieran lo que nosotros no nos atrevíamos. La descarga que sufrió mi alma la primera vez que te besé. Los domingos de banco en el parque porque los bolsillos estaban huérfanos de dinero...
No importaba, nada importaba, nos teníamos el uno al otro y combatíamos el frío robándonos caricias, explorando nuestros cuerpos, devorándonos con besos interminables y dulces, interminables y urgentes.
Paseo sin rumbo pero mis pies conocen el camino y acabo como cada tarde sentado en nuestro banco pasando los dedos por las iníciales marcadas en la madera, la tuya y la mía, siempre tu y yo.

Después de ese otoño llegaron muchos otros llenos de felicidad, de angustia, de sacrificio, de mucho trabajo, de mucho amor. Nunca hubo una voz más alta que otra entre nosotros, jamás hubo un reproche. Acabamos por entendernos con la mirada.
Ah!, esos ojos tuyos. Los ojos de caramelo líquido, mi caramelo. Podías hablar sólo con tus ojos, en ellos leía con perfección milimétrica aquello que tus labios no decían. No hacía falta. Los labios, decías tú, están hechos para besar.
No tuvimos hijos, no quisieron llegar y lejos de amargarte por ello encontraste el porqué. Decías que lo nuestro era tan grande, tan perfecto que no se podía compartir, que sólo nos pertenecía a nosotros y que Dios había sabido lo que hacía.
¿Dios? ¿Y ahora, dónde está tu Dios?

Sin saber cómo he acabado delante de la puerta de la que ahora es tu casa. Los barrotes helados de la verja despiertan mis sentidos. Subo las escaleras arrastrando los pies y saludo sin mirar. No pierdo el tiempo con palabras, tiempo es lo único que no tenemos.
Abro la puerta de tu habitación y ahí estás, tan bella como siempre, aunque tus cabellos hace tiempo que se tiñeron de plata.
-Marina- te llamo, y tú, perdida, me miras sin ver y volteas de nuevo la cara hacia la ventana como si esperaras algo que nunca llegará. - Marina- te digo al oído cogiendo tu mano. Me miras de nuevo y ésta vez, por un instante vuelvo a ver tus ojos, que me hablan de nuevo desde algún rincón perdido de tu memoria.
Un sólo instante que hace brotar mis lágrimas y que me hace pensar que todavía no puedo irme, que no puedo abandonarte. Un sólo instante de tus ojos de caramelo vale todo el dolor y toda la soledad.