Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

noviembre 09, 2010

FLORENCIA, LA DEL ABANICO




Murió como vivió sin discreción alguna. Era de aquellas personas que siempre tenían que destacar siendo el niño en el bautizo, la novia en la boda y, por fin, el muerto en el entierro.
No es que no la quisiera, claro que la quería, pero se llevó tanta gloria como paz dejó.
Alta, voluptuosa y elegante, así era ella. Lucía siempre como si acabara de salir del Salón de Belleza, del que por cierto salía dos veces a la semana pero después de limpiarlo. Limpiaba además dos entidades bancarias y tres escaleras y jamás se la vio desaliñada, sudorosa y mucho menos mugrosa. Si en vez de la bolsa de cretona en la que guardaba la bata hubiera llevado un maletín cualquiera diría que se trataba de una mujer de negocios.
Zapatos, bolso y abanico siempre conjuntados, siempre con una armonía propia de un impresionista.
Falda por encima de las rodillas sin ser corta, y chaquetas de torera que dejaban al descubierto sus curvas vertiginosas.
Las vecinas criticaban a sus espaldas, no sin envidia, su apariencia.

- Mira, por ahí va la “mistinguette”- decía Aurelia la portera. Se cree “menistra”. Si, si – decía burlona- la menistra de Fomentos, la
“cratedatrica” de fregología, jajajaja. Cualquier día tendrá
un “desgusto”. S´ha pensao que el hábito hace al monje la
desgraciá...
- Aurelia ! - le gritaba desde la ventana del primer piso Doña Antonia, la vieja profesora-. Deje usted en paz a Florencia. ¿Que daño hace la
pulcritud? Es una virtud, señora mía. Una nace Señora aunque
vista harapos y el porte y la elegancia se sirven en el nacimiento
aunque te mates con lejías y mochos...
- Ya, ya Señá Antonia. Ayquevé lo discursos de la maestra. Ande y métase pa dentro que entavía cogerá una pulmonía.

Florencia estiraba el cuello cuando se sabía observada y hacía repicar sus tacones de “atanclar” moviendo al compás su abanico. Siempre abanicos de madera de naranjo, lacados y caros que eran la especulación de todo el barrio.
De jovencita siempre llevo a su cola una ristra de muchachos babeantes y ahora en su madurez seguían observándole, obsequiándole con piropos y proposiciones desde las terrazas de los bares o sentados a las puertas de sus casas.
- ¡Si esas curvas fueran de asfalto hasta muertos habría ¡ 1i me dejaras, morena, te compraba hasta el abanico de Maria de las Mercedes, reina,

Nadie sabe quien es mi padre. Ni yo misma lo se. Es un secreto que ,según decía ,se llevaría a la tumba..Cuando le preguntaba por él siempre me decía señalando el abanico, ellos son la respuesta.
Ellos son tu pasado y tu futuro. Cuídalos como si fueran tu anciano padre y ellos te darán lo que ahora añoras.
Aprendí a vivir desde niña con una personal especial, una madre no al uso que me enseñó el valor de la dignidad, el respeto a uno mismo y a ser independiente. Me convertí en su sombra. Todo lo que ella tenía de aparente lo tenía yo de transparente. No soportaba los ojos clavados en la nuca o paseando por nuestros cuerpos desde el mismo momento que poníamos un pie en la calle.
-Niña, ponte recta. No arrastres los pies, mete la barriga. Levanta la cabeza. Niña sonríe, recuerda que eres preciosa. Saluda, da las gracias, los buenos días...
Era un padrenuestro diario, un rosario de indicaciones que me hacían insufrible un simple paseo.
Murió rodeada de gente. Gente que se acercó al ver que se desvanecía con un aire teatral , casi etéreo. Murió con la sonrisa de carmín y los ojos tranquilos en paz. Dicen que parecía una muñeca de porcelana, una bailarina de Degas.

Ahora estoy en su cuarto, en la tarea de vaciar su armario y abro el cajón de los abanicos.
Todos en sus estuches, todos en orden perfecto, todos con una nota dentro. Debajo hay una carpeta con un documento de un notario. Mi testamento.
Pero, ¿qué es ésto? Mamá sabía lo que decía. Aquí está mi pasado y mi historia.
Cada papelito llevaba la fecha de la entrega, y una dedicatoria en una letra que yo desconocía.
Cada uno de ellos era un momento, una fotografía de un tiempo y un espacio.
Ahora con calma leeré cada uno de ellos, quizá con suerte…

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