
Cuando eso sucede se genera un vacío tan grande que te hace estallar o recogerte, haciendo papiroflexia de uno mismo hasta sentirte un triangulo pequeño, doblado, marcado por las costuras y sin sentido.
Una falta de sentido en relación a tu propia existencia, una frustración por entender que los parámetros que hasta ahora te eran válidos se han convertido en fútiles e intrascendentes y casi cuando ya no tienes capacidad de maniobra.
La deceleración de los vagones provocan una reflexión sobre el sentido de la vida y sobre lo absurdo,casi podríamos sentarnos a tomar café con Camus ...
Y, sin embargo, hay que seguir. A lo mejor el momento es solo una parada más en el trayecto que nos llevará a descubrirnos. A lo mejor lo correcto sería tener la mentalidad de corcho, que siempre flota , y no de metal que o bien se funde o bien nos hunde.
Como decía Narciso Yepes . Si nuestros antepasados se hubieran rendido, pensando en un destino ciego o sólo en porvenires negativos, no estaríamos nosotros aquí. No hay que amargarse la vida y pasar el tiempo sufriendo. Es preciso aceptarnos como somos, de frágil barro de botijo
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