Tú que ahora estás leyendo ésto no esperes encontrar relatos de calidad, ni brillantes ni siquiera originales.Es mi rincón, el lugar donde dejo fluir mi imaginación, mis sentimientos y la tapadera que guarda mi esencia.Gracias por entrar en mi rincón, siempre serás bienvenido.

diciembre 12, 2010

UN IMPULSO


Sintió un escalofrío al oír hablar a aquellos hombres. Uno de ellos llevaba la voz cantante.
Hablaban de robar algo pero no alcanzó a escuchar el qué. Oyó como les decía que por cada uno que consiguieran cobrarían siete libras.
¡ Siete libras!. Eso bastaría para mantener a su familia durante dos meses, y para comprar la medicina que le salvaría la vida a su pequeño John.

No sabía qué hacer para acercarse a aquellos hombres, cómo podría él presentarse ante ellos para saber qué pretendían y poder participar. Lo único que había hecho durante toda su vida era partirse la espalda cargando y descargando en el muelle.
Nunca se le pasó por la cabeza convertirse en un bandido pero si eso era lo que sacaría adelante a su pequeña familia, estaba dispuesto a arriesgar e intentarlo.
Miró su bolsillo, le quedaban treinta chelines de los treinta y cinco que había cobrado hoy. El salario de toda una semana de trabajo.
Pensó que invertiría una parte en invitar a aquellos hombres a una ronda. Esperaba que la maniobra le resultara bien. El tabernero les sirvió. El que parecía el jefe le miró y su media sonrisa le heló la sangre. No podía sentir miedo, ahora no.

Uno de sus secuaces colocó otra silla y le hizo una seña para que se acercara hasta su mesa.
-      Gracias, dijo sentándose. Ésta noche no me apetecía beber solo.
Viendo que no continuaban con su conversación y sintiéndose un poco frustrado, decidió dar un paso mas. No lo pensó, los impulsos siempre dirigían su vida.
-   Perdone señor, dijo, no he podido evitar oír su conversación. Verá, necesito dinero y estoy dispuesto a hacer lo que sea.
-   ¿ Cómo se atreve?, dijo uno de los acompañantes.
-   Silencio, contestó el jefe.
Sus ojos parecían rocas de hielo, su brillo podría congelar el infierno.

-      ¿ Quieres participar y no tienes ni idea de lo que vamos a hacer?
-      No importa, mi situación es desesperada.
-      Está bien. Esta noche, a las doce y media en el Cementerio de la cuidad. Te voy a contar de qué se trata. Tenemos que robar tres cadáveres. Por cada uno de ellos nos darán siete libras.
Siete son para mi, cinco para cada uno de mis hombres y los otros cuatro para ti. ¿ Serás capaz?
-      Pero jefe, espetó con violencia otro de los hombres.
-      He dicho que a callar. ¿ Aceptas?. No se hable más. A media noche en la tapia del cementerio, no llegues tarde. Y ahora márchate, tengo que hablar con mis hombres, tú ya sabes todo lo que tienes que saber.


Se marchó. Sus pasos eran pesados, las piernas no le respondían. Pensaba ¡ cuatro libras !, me he convertido en un ladrón de cuerpos.
Mientras tanto, en la taberna, los hombres protestaban y le pedían una explicación al jefe.

-   -    ¡Callar malditos estúpidos! No tenéis ni idea. El Doctor Nooss paga bien los cadáveres frescos. Paga quince libras por un cadáver reciente. Ese desgraciado nos servirá las quince libras en bandeja. Esta noche no tendréis que cavar.

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