La vida corre y corre más que uno.
Un día te das cuenta de que estás bajando la cuesta y de que o ralentizas el paso o te comes el camino perdiendote las flores que nacen en las veredas, los brotes verdes de los pinos, el cielo prístino del verano que se estrena, los tonos de las hojas en otoño... simplezas que soslayas en la primera parte del camino porque lo único que te interesa es caminar.
A veces, con suerte, se produce la magia y tropiezas con un caminante que, llevándote ventaja, se ha dado cuenta de lo que en realidad importa y te hace renacer a mil cosas, que creías olvidadas, desde la serenidad que dan los años.
Hay cosas que no te digo pero que adivinas en mis ojos.

Y no sé porqué no te lo digo...
Si quiero gritarselo al viento y que camines conmigo hasta que el destino, ese en el que tú no crees, quiera jugar de nuevo con nosotros.
Y no sé si será amor y tampoco importa...