Una vez me dijeron que la vida pesa tanto que no nos damos
cuenta de lo que, sin querer, vamos orillando. La realidad nos aleja de lo que
realmente importa y nos convertimos en muñecos de trapo al antojo del día a día.
Lo tienes a tu lado y piensas que nunca te faltará, te acaricia
y no lo aprecias como debieras, te besa, te sonríe, te habla y te suena a besos
y caricias añejas.
Uno debiera sentir que cada beso es único, que cada caricia
la primera, que la mirada es siempre como aquella que atrapó tus ojos una tarde
de otoño, que te eligió para pasar la vida y al final la vida si él no tiene primavera.

Te pierdes en cantos de sirena, en palabras o en ilusiones vanas
y pides a gritos que te anuden a un poste y no sólo tienes el mástil si no que navegas,
sin percatarte, en una hermosa fragata.
Corrige el rumbo y deja que ese viejo viento infle de nuevo tus
velas.