Quinto día de confinamiento.
Me he saltado el cuarto porque no lo recuerdo bien. Los días son todos iguales. Sigo sin ver tv, sólo las noticias en el canal sólo noticias y cuando me parece: total las repiten en bucle....
Mi turco cada día es más fluido. Ahora solo me falta encontrarme con Baris y practicarlo. Ah, que no sabéis quién es Baris. No importa, pertenece a los sueños locos de una madura encerrada.
Me sorprende el silencio de las calles durante el día. Cuando salgo a fumar ( si, soy tan antigua que todavía no lo he dejado) puedo oír las conversaciones telefónicas de los vecinos que también aprovechan para salir a sus balcones a respirar.
He salido a comprar ( es uno de los salvoconductos). A las 10 de la mañana ya casi no había nada. No tengo gel de baño, a penas queda leche pero tengo papel higiénico. Sobre todo si nos pilla el virus que tengamos el culo limpio. ( perdón).
Me debo estar volviendo loca o mi menopausia salvaje me juega malas pasadas otra vez. Tengo una falsa euforia al mismo tiempo que una sensación de arañazo en el estómago. Ni río, ni lloro, ni todo lo contrario.
La novedad es una paradoja: un miembro de la familia confinado dentro de su habitación de la casa que ya está confinada. Matrioska,
Kalinka, kalinka, kalinka... ¿veis como estoy perdiendo la cabeza ?.
Seguimos con los aplausos vespertinos, cacerolada nocturnas y música callejera desde las ventanas. Algo bueno saldrá de todo esto, digo yo.
Me quedo sin batería en el teléfono móvil. Gracias a la tecnología, que dice una amiga, hablo con mi hijo por videollamada, con mis amigos por wassap, con mi madre en video o audio... gracias tecnología, seas quien seas.
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