Empiezo el otoño desbordada. Desbordada de carnes, de
sueños, de realidades y certezas.
Desbordada de miedos intensos, de pensamientos nocivos, de
dudas exactas, de persuasión minusválida, deseos intactos, impulso excesivo y
cobardía ruidosa.
Inundada de penas en flotadores inútiles, de heridas futuras
y premoniciones atávicas.
Me queda una esperanza, una esperanza ocre y macilenta como
las hojas muertas, que, sin embargo, no quiere caer y de ella me sostengo
respirando a borbotones mientras veo, a mis pies, toda una vida perpleja.
Acuarela Marina Mateos
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