Creer que cada primavera es el preludio de un invierno es
ver la botella medio vacía.
Sería mejor pensar que cada invierno es el anuncio de una
brillante primavera pero no todos, o no siempre, tenemos esa capacidad.
La vida agota. Encontrar el equilibrio entre tus deseos
constantes de reinventarte y la experiencia que va haciendo cada vez más pesada
tu mochila acaba por debilitar, gastar y desgastar. Dicen que eso es vivir.
Todo puede embargarnos: la tristeza, el rencor, la melancolía,
la derrota antes de tiempo, la desgana… Sólo tenemos que parar un momento y
decidir qué tipo de persona queremos ser y cómo queremos que nos recuerden, en
el caso de que queramos dejar alguna huella de nuestro paso.
Yo decido ser de las que, afectas por todo lo que la vida va
metiendo día a día en tu mochila y que más de una vez te hace caer, deciden
levantarse e iniciar de nuevo el camino.
Caminar y ver los paisajes con ojos nuevos aunque sean de
sobra conocidos; caminar y dejarme sorprender; caminar y volver a caer… porque
aunque de tanta caída nada aprendo siempre me queda el consuelo de haber
luchado contra la derrota que nos amenaza a todos en cualquier esquina.
Sólo necesito tiempo y paz.