Me despierto aún borracho. Miro a mí alrededor y veo botellas vacías y ceniceros llenos.
Una alpargata con lazos rosas está colgada del cabezal de mi cama. No recuerdo a quien pertenece.
De entre las sábanas, amontonadas a los pies aparece “Fermín”, enfundado en un preservativo.
Mi mente, acuchillada por sonidos de panderetas invisibles, empezó a recordar…
La conocí durante la segunda botella de whisky en el antro al que solía ir a matar la noche. Recuerdo mis manos desnudándola….
Espero que no se molestara cuando usé a Fermín. Soy diestro en el manejo de mi "asistente". Recursos de un afectado por la disfunción eréctil.
Oigo de fondo caer el agua de la ducha y me levanto como un resorte, notando una presión en mi miembro. Echando la vista abajo descubro otro lacito rosa.
El sonido de la ducha cesa y aparece una “diosa” que me dice:
- ¿Te importaría que “Fermín” acabase la conversación que iniciamos anoche?
Ah !. Dios existe.
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