Noche cerrada. Ni las estrellas, que a
los dos tanto entusiasmaban, habían podido romper el denso velo que tapaba la
bóveda celeste.
Se oye ulular la lechuza y el lobo
responde con un aullido triste y solitario desde lo más alto de la ladera.
Apartados de todo y de todos, Su
Eminencia y el Rubio traman en secreto una fórmula que les permita cumplir sus
deseos más ocultos.
No se conocen y sin embargo tienen una
complicidad forjada a base de deseo y de locura que trasciende lo físico.
Hay tensión en el aire. El encuentro,
largamente planeado, será un éxito. El tiempo era su único enemigo. Quisieran
parar el tiempo que se mueve entre ellos como pez escurridizo. Convertir un
respiro en una eternidad...
Su Eminencia se despoja poco a poco de
su viejo traje de rectitud. El Rubio, húmedo por la excitación de lo que ha de
ocurrir, se mueve despacio haciendo cómodo el acercamiento. Calibra su cuello,
ajusta el solideo sobre su cabeza, mide su envergadura ...
Los nervios del primer contacto habían
pasado. El Rubio se sentía excitado, relajado y expectante a partes iguales. Su
Eminencia sólido, rígido pero cálido se dejaba hacer. Más tarde, cuando el
Rubio hubiera concluido llegaría su momento. Ella sabría, por fin cual era la
intensidad de su deseo.
Fuera la nieve empezaba a cubrir el camino,
dentro la calidez de los dos quemaba el oxigeno