Siento el perfume del pasado.
Intenta alojarse entre los pliegues de mi olvido haciéndose un hueco, arañando
la fina capa de firmeza y confianza que he ido tejiendo con tanto esfuerzo.
A veces creo que me faltan las
fuerzas, que no podré, una vez más, ahuyentar ese aroma pesado y ponzoñoso; tan
tóxico y corrosivo que empieza a descomponer mi imagen, que deshace mis pies
tan pegados al suelo, que descompone las alas que me permiten alcanzar sueños.
Dejo de respirar para evitar que
se cuele a través de mis pulmones. La vida se vuelve de un azul purpúreo. Sé
que no podré vivir en apnea permanente, que en cualquier momento mi tórax
amenazará con estallar y sucumbiré al oxígeno, a bocanadas.
En ese tiempo de asfixia
voluntaria intento recopilar todas las herramientas que me han salvado tantas
veces. A veces no bastan y a toda velocidad invento una nueva.
Ya está, no me falles.
Ahora no.