Marcia se detuvo en el quicio de la puerta. Estaba entreabierta y veía,
reflejado en el espejo, el cuerpo de un hombre bajo su ducha. El miedo que
sintió unos instantes atrás había desaparecido y en su lugar le nació una gran
curiosidad y algo parecido a la excitación. Dejó el bastón sin hacer ruido y se
deleitó sin importar como sería el
momento ,en el que acabada la ducha, se hicieran reales el uno para el otro. De momento parecía más un sueño, una
aparición.
Se relajó y empezó a quitarse el vaquero, tenía calor. Sus
dedos empezaron a resbalar por su piel
repasando la redondez de sus caderas, sus muslos gruesos, su culo respingón, su
vientre abultado y señalando impúdicamente el paso del tiempo y la maternidad.
Pasados de largo los cuarenta y convertida en una mujer nueva después de su
fracaso matrimonial, escondía un renovado espíritu de aventura que estaba
dispuesta a explotar. Que podía perder,
era su casa y su baño y aquel extraño le
había abierto el apetito tanto tiempo olvidado. Acabó de desnudarse . A sus
pies un lio de ropa coronado por el sujetador que acababa de quitarse. Se
apretó los pechos pellizcando sus pezones
y se le escapó un gemido justo
cuando el sonido del agua cesó.
No sabe en qué momento abandono la puerta y se adentró en el baño pero al
abrir los ojos se encontró desnuda delante de un hombre que la miraba
estupefacto. Lejos de avergonzarse lo miró con travesura
-
- - ¿ Ha
terminado? Creo que ahora voy a tomar un baño yo. Por favor, siéntase como en
su casa, le dijo no sin cierta sorna, y no se vaya. Me gustaría que nos presentáramos
y aclaráramos la situación.
Se metió en la ducha rozando al extraño al pasar. Notó que su cuerpo se
electrizaba y creyó que él había sentido lo mismo. Fue un chispazo que les hizo
mirarse a los ojos un segundo, solo un segundo que pareció una eternidad.
León no sabía qué hacer. Salió del baño y se vistió sin apenas secarse. Por
un lado quería huir de una situación incómoda pero por otro sentía que aquella
mujer era un misterio por desvelar. Se quedó frente al ventanal y no pudo
quitarse de la cabeza su cuerpo desnudo. No era una mujer joven, ni delgada, ni
inocente. Era una mujer madura e interesante, muy interesante y altamente
sensual. Sin darse cuenta estaba acariciando las braguitas que había encontrado
en el apartamento cuando ella salió.
Llevaba
una bata ligera anudada que dejaba al descubierto parte de sus piernas y un generoso escote que mostraba el
nacimiento de sus pechos. Leon adelantó la mano para saludar y ella vió que le
entregaba una de sus bragas.
- - ¡ Oh! Me preguntaba
dónde las habría puesto. Es una prenda muy cómoda, sabe.
- - Perdón
Marcia. ¿ se llama Marcia, verdad? Es lo único que Doña Luz me ha dicho sobre
usted. Se las dejó en mi casa, bajo mi cama.
Marcia sintió una descarga al oírlo pronunciar aquella palabra con un tono
bajo, casi susurrado. Se hizo un silencio
cómodo. El tiempo parecía dilatarse mientras se medían en miradas intensas.
Le
ofreció algo de beber y se sentaron en el sofá . Marcia intentó poner un
poquito de humor al relato de la incursión en su baño una semana atrás y él la
escuchaba en silencio, sonriendo a veces y con alguna carcajada sonora otras. Se humedeció los labios pasando la punta de su
lengua y el cuerpo de Marcia, automatizado, humedeció su sexo en el acto. El humor dejó paso a la agitación. Su cuerpo
se tensó y le dedicó una mirada absolutamente cargada de deseo.