Que el corazón tiene motivos que la razón no entiende…
Alguien escribió que no es bueno llegar al final con la
mochila cargada. No sé, no recuerdo quién o quizá lo escribí yo y tampoco lo
recuerdo.
Durante gran parte de nuestra vida nos convertimos en Diógenes
de sentimientos, de recuerdos, de dolores, de traiciones, de sufrimientos
propios y ajenos que vamos almacenando en el fondo de nuestra memoria y que, si
no elaboramos y reciclamos convenientemente, inundan e infectan nuestra alma.
Nadie nos enseña a vivir y vamos dando saltos adelante y atrás
en un camino lleno de piedras, flores y atajos…
Descubrió una mañana que su vida había sido una gran
mentira. Descubrió que querer y poder no era tan fácil si antes no asesinaba a sus fantasmas porque ellos, siempre vigilantes, aprovecharían cualquier momento
para aniquilar los muros que tan pacientemente había construido.
Descubrió que el “yo” era importante para construir un “nosotros”,
que uno tiene que ser libre para ofrecer libertad a los demás, que uno tiene
que amarse para poder amar.
Y sintió que su mundo se resquebrajaba porque ya no tenía
fuerza para cambiar.
Se sintió desnudo, débil, sucio, nada … pero la vida, esa
perra en constante celo , se empeñó en
empujarlo de nuevo al camino, demostrándole que segundas oportunidades se daban
raramente o que raramente nos damos cuenta si nos las tropezamos.
El diablo esperaba sentado en las ramas de los árboles que
le daban sombra. Esperaba su paso para sembrar de nuevo de soledades, secretos
y más mentiras el paseo.
Aprendió a ver los demonios encaramados a las ramas y decidió
aprovechar el tímido rayo de sol que se filtraba entre las hojas para
quemar esas ramas podridas.
Llegaba a encrucijadas de caminos dudando qué dirección
tomar y se dejó llevar por el corazón. Ese corazón roto que a fuerza de latidos
se fue deshaciendo de pesos, a fuerza de fuerza bombeó sangre nueva.
Se perdió en bosques muertos, senderos hacia la nada, llorando
estrellas de luces silenciosas. Estalló en vacíos y cuando el vacío estalló decidió
que el camino ya no sería más un campo de batalla perdido, un campo estéril
o una cueva apartada.
Nadie dijo que el viaje fuera fácil, nadie dijo que la música
que lo acompaña fuera siempre alegre, nadie dijo que caminaríamos siempre sobre
verde y fresca hierba…
La única verdad es que el camino, como dijo el poeta, se hace caminando sin volver la vista atrás…