Escondido tras mis sueños duerme el recuerdo de ti, dulcemente tapado por los años.
Se convierte en agua a veces y aflora a mi presente en saladas perlas que se secan, solitarias, al sol de la vida. Otras son sonrisa y muchas otras ecos de dulces sonidos.
A menudo añoro la idea de ti más que a ti mismo y me siento feliz honrando esa imagen más que intentando luchar por uno de tus minutos.
Escondimos un tesoro en nuestras manos que a ti se te escurrió como el agua pero que sigue intacto en las mías como una ofrenda al manto de estrellas fugaces que te cubren en tus noches en blanco.
Aunque ahora la memoria te lo niegue, tú y yo sabemos que ese tesoro preñado de alhajas fue auténtico, sincero, casi corpóreo. Así lo mantengo, brillante y pulido, prueba del alma que casi nunca muestras pero que yo sí conocí.
Destierro lo acibarado porque no me gusta el sabor que deja en mis labios cuando bebo de esa copa y espero, muy pronto, estallarla en mil pedazos contra el espejo de tu indiferencia y así deshacerme del dolor.
Navegar en el mar de tus silencios con las velas henchidas por el céfiro de la paciencia y el amor es mi castigo y el tuyo.
El amor, cualquier amor, no se mata, no se olvida. Duerme y reposa y se viste con velos de nostalgia y añoranza pero vive dulcemente entre los sueños del que de verdad amó.
Añado este video que he descubierto hoy y que le va como anillo al dedo.